AUTOR: JESÚS CANTÚ.
MÉXICO, D.F. Después de un año de gobierno, Enrique Peña Nieto, más allá de la aprobación de algunas reformas, todavía no puede arrogarse la concreción de sus promesas de campaña.
De hecho los datos son negativos: la expectativa de crecimiento del PIB se redujo a menos de una tercera parte (de un pronóstico de 3.9% a 1.2%, aunque algunos analistas ya lo ubican debajo de esta cifra); pese a que las cifras oficiales hablan de una reducción en los homicidios perpetrados por la delincuencia organizada, también muestran el incremento de los secuestros y las extorsiones, así como la expansión de las llamadas autodefensas, que impactan directamente la gobernabilidad; asimismo, la protección de los derechos humanos (de acuerdo con Human Rights Watch) únicamente avanza en la retórica oficial, y según The Economist el éxito de la Presidencia de Peña Nieto depende, casi totalmente, de la reforma energética.
Como ha sucedido en los últimos cuatro sexenios, al concluir el primer año de gobierno los presidentes tienen nada o muy poco que presumir, como no sea el desencanto ciudadano ante la abismal brecha entre las expectativas y la realidad. Una brecha que, por las propuestas y acciones gubernamentales, hoy parece imposible de llenar.
Como ha sucedido en los últimos cuatro sexenios, al concluir el primer año de gobierno los presidentes tienen nada o muy poco que presumir, como no sea el desencanto ciudadano ante la abismal brecha entre las expectativas y la realidad. Una brecha que, por las propuestas y acciones gubernamentales, hoy parece imposible de llenar.