miércoles, 20 de mayo de 2020

Incendios que siembran la deforestación en la Península de Yucatán

Everardo Chablé aprendió los secretos de la apicultura de su abuelo. Él le enseñó cómo evitar que las abejas enfermen, cómo mantener una colmena, cómo elegir el lugar para un apiario. En las comunidades mayas de la Península de Yucatán, la apicultura es más que una actividad que permite tener ingresos; es parte de la cultura, es un conocimiento que se hereda a hijos y a nietos.

Komchén es la comunidad indígena en donde nació y vive Everardo. Se ubica en el municipio de Hopelchén, en Campeche, la región de los chenes donde cada año los apicultores miran cómo los incendios se expanden por varias hectáreas de la selva maya durante abril y mayo. En otras regiones de la Península de Yucatán, los habitantes de las comunidades mayas también han visto cómo la selva pierde terreno, cómo hay menos flora nativa, cómo después de la temporada de incendios gana terreno la deforestación.



“Cada vez se registran más incendios, cada año la temporada de sequía es más larga y fuerte. Y cada año hay más zonas deforestadas”, explica Everardo. Sus palabras toman mayor fuerza cuando se conocen los datos del Global Forest Watch que en un reporte, publicado en mayo de 2019, documentó que el estado de Campeche perdió alrededor de 40 000 hectáreas de cobertura forestal tan solo en 2018.

Apicultores como Everardo Chablé llevan tiempo denunciando los incendios y la expansión de cultivos industriales, algunos de ellos ilegales, como el de soya transgénica. Cansados de que sus demandas no tengan eco, apicultores que integran la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on decidieron utilizar la tecnología para monitorear incendios y contar con datos sistemáticos que permitan fortalecer la defensa de su territorio.

Everardo es uno de los apicultores que aprendió a utilizar las plataformas de la NASA y de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) que muestran en imágenes satelitales los puntos de calor en el territorio.


Desde finales de marzo pasado, los integrantes de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on realizan el monitoreo diario de incendios en ocho zonas de Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

En un día, más de dos mil puntos de calor

La Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on reúne a cerca de 3500 familias de apicultores, así como a colectivos ciudadanos que en la Península de Yucatán realizan acciones por la defensa del ambiente y el territorio.

Candelario Colli Sansores es maya y promotor en la reducción de riesgos de desastres en la región de Halachó, en Yucatán, cerca de la frontera con Campeche. También es uno de los integrantes de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on que participa en el monitoreo de incendios.

Las imágenes satelitales que Candelario revisa todos los días no solo le permiten documentar lo que sucede en el territorio, también “se pueden compartir por WhatsApp con la gente de las comunidades, para que se verifique si ese punto de calor que se muestra en la imagen es un incendio”.

Uno de los objetivos del monitoreo es reportar los incendios a las autoridades, pero “la mayor parte de nuestras alertas están quedando desatendidas”, señalaron los integrantes de la Alianza en un comunicado que difundieron el 14 de abril.


En algunos casos, las autoridades —señala Candelario— dicen que esos puntos de calor no son incendios, “pero con el monitoreo nosotros hemos comprobado que entre el 80 y 90% de los reportes sí lo son”.

Los datos que la Alianza ha recopilado muestran que entre el 22 y 25 de abril se registraron más incendios. Paola Becerra, integrante de la Alianza, aún se sorprende cuando recuerda que en un solo de esos días observaron «un estimado de unos 2008 puntos de calor… No nos estamos dando abasto con el reporte de todos los incendios”.

El monitoreo de los puntos de calor que realizan a través de las plataformas, ha otorgado a los miembros de la Alianza elementos para corroborar lo que ya veían en el terreno desde hace un par de años y sostener que el fuego es provocado para generar cambios en el uso del suelo: “en las imágenes se mira cómo los incendios están alineados… cómo se encuentran alrededor de zonas que ya han sido deforestadas”, explica la ingeniera agrícola Irma Gómez, asesora de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on.


Otro de los objetivos del monitoreo, señala Irma Gómez, es acumular evidencia “que sirva para presionar más a las autoridades” y que se detenga la deforestación en la Península.

Hopelchén: fuego ligado al cambio de suelo

Desde 1999, la Conabio cuenta con el Sistema de Alerta Temprana de Incendios Forestales. Los datos generados por este sistema permiten conocer que antes los incendios afectaban más a los ecosistemas templados, “pero conforme ha pasado el tiempo, la presencia del fuego se ha ido a zonas tropicales […] Esto ha sido muy evidente, sobre todo, en la Península de Yucatán”, explica la doctora Isabel Cruz, subcoordinadora de percepción remota de la Conabio.

El Sistema de Alerta Temprana de Incendios Forestales de la Conabio es utilizado por dependencias como la Conafor, empresas privadas, universidades y organizaciones de la sociedad civil de México y Centroamérica. Ahora también por apicultores mayas.

Everardo Chablé explica que en la región de Hopelchén los incendios se presentan alrededor de zonas donde ya hay deforestación: “Empiezan con algunas quemas en lugares que se usan para actividades agrícolas, después van incendiando el monte, la selva”.

En Campeche, los incendios se han concentrado en Hopelchén; en especial en la zona del Ejido Vicente Guerrero (conocido como Iturbe), localizado cerca de la frontera con Yucatán.


En ese ejido, los apicultores han documentado que después de los incendios, los terrenos afectados son rentados a miembros de la comunidad menonita, quienes aplanan el lugar y siembran soya o sorgo.

Entre el 27 de abril y el 12 de mayo, el municipio Hopelchén fue el que registró los incendios forestales más importantes en Campeche, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional Forestal (Conafor), instancia federal encargada de coordinar las acciones para controlar los incendios.

En los mapas de la dependencia, Hopelchén es considerada “una zona prioritaria de atención, por los incendios que se han registrado en años anteriores”, dice Pánfilo Fernández Flores, titular del Centro Regional de Manejo del Fuego del Sureste de la Conafor.

El funcionario explica que durante cada temporada de incendios, la Conafor presenta informes a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en los que se documentan las coordenadas, la superficie afectada y otros detalles sobre cada incendio que se atendió. Esos datos permitirían a las autoridades federales o estatales realizar seguimientos para determinar si el fuego se provocó para hacer un cambio de uso de suelo.

Irma Gómez resalta que desde varios años se han presentado denuncias sobre deforestación y cambios de uso de suelo en Hopelchén, pero “hemos observado una total impunidad”.

Desde el 28 de abril, Mongabay Latam solicitó entrevista a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) para conocer el seguimiento a las denuncias presentadas, pero no se tuvo respuesta.


“Hay una ausencia de las dependencias, sobre todo de aquellas que tendrían que actuar cuando se presentan delitos ambientales como los incendios y los cambios de uso de suelo”, señala Sara Cuervo, integrante del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS).

Granjas en lugar de selva

Humberto Chable Matus es maya. Hace 45 años nació en una comunidad del municipio de Chacsinkin, en el estado de Yucatán. En estas tierras mayas, las familias dependen de la milpa tradicional, pero también de la miel. Es la miel la que salva de los tiempos difíciles: “si hay poca cosecha, la miel nos da para vivir. Es lo que mantiene a las comunidades”, cuenta Humberto, quien forma parte de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on y participa en el monitoreo de incendios.

“Me ha sorprendido mucho mirar las imágenes del satélite —cuenta Humberto—, ver el mapa con los puntos de calor, identificar algunas zonas que conocemos […] en nuestra comunidad no se han registrado incendios, pero alrededor sí hay”.


Cuando se habla de incendios, reclama Humberto, siempre se dice que los campesinos son “los malos de la película, por ser los que queman”. Humberto remarca que las grandes quemas son responsabilidad de grandes agricultores y de empresas. En Yucatán, dice, “se ha destruido mucho monte” en la zona donde se han instalado las granjas porcinas.

En la Península de Yucatán se han instalado 257 granjas porcinas, 222 de ellas están en el estado de Yucatán y 43 dentro de Áreas Naturales Protegidas, de acuerdo con un estudio realizado por Greenpeace-México que presentó el 12 de mayo. En ese informe se destaca que estas granjas han provocado la deforestación de 10 997 hectáreas de la selva maya.

El estudio de Greenpeace-México se enfocó en las granjas del Grupo Porcícola Mexicano, empresa conocida como Kekén y que concentra 12.1% de la producción nacional de cerdo y ocupa el lugar 20 a nivel mundial.

En Yucatán, la compra de los terrenos —con la adquisición de los derechos ejidales— y renta de tierras es cada vez más común. Es en algunos de estos predios donde se han instalado las granjas. “Llega gente que no es de la comunidad —explica Candelario Colli— les hacen creer a los pobladores que esas tierras no valen nada, porque solo es monte. Luego resulta que esos sitios comienzan a deforestarse”.

Pilar Ruiz Kantun, integrante de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on y quien también participa en el monitoreo de incendios, recuerda que “hace tres o cuatro años, las granjas porcinas comenzaron a abundar en la región. Hicimos mapas de riesgo y vimos que las granjas ocupan espacios que antes eran terrenos ejidales”.


Paola Becerra ha utilizado las imágenes satelitales de la Península de Yucatán para documentar cómo se ha transformado el territorio: “Es muy fuerte ver cómo una zona que se creó para ser una reserva forestal o ecológica, en una forma discreta, se va transformando en grandes zonas de cultivos agroindustriales, en granjas o desarrollos inmobiliarios”.

Bacalar, zona con incendios intensos

Desde el 14 de abril, en un comunicado de prensa, los integrantes de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on alertaron que en Quintana Roo, los incendios ya estaban causando importantes daños en zonas forestales de los municipios de Bacalar y Lázaro Cárdenas. Algunos de estos incendios, destacaron, “podrían estar siendo provocados para la expansión de la frontera agrícola industrial en la selva”.

Pánfilo Fernández, titular del Centro Regional de Manejo del Fuego del Sureste de la Conafor, reconoce que 95% de los incendios forestales no son espontáneos, son derivados de causas humanas.


Los meses más críticos son marzo, abril y mayo. “Sobre todo —explica Fernández— por las condiciones atmosféricas, como la presencia de altas temperaturas y fuertes vientos”, que contribuyen a que el fuego se extienda y salga de control.

Por esas condiciones climáticas, el gobierno estatal de Quintana Roo emitió un decreto para prohibir las quemas agrícolas —utilizadas para preparar los terrenos para la siembra— entre el 25 de abril y 30 de junio.

Ni la prohibición ni la emergencia sanitaria por la epidemia de COVID-19 inhibieron las quemas.

Entre enero y hasta el 4 de mayo, la Conafor contabilizó 73 incendios en el territorio que ocupan Campeche, Yucatán y Quintana Roo, con una superficie afectada de 18 224 hectáreas. El estado con las mayores afectaciones fue Quintana Roo.

Datos públicos de Conafor muestran que en Quintana Roo, tres grandes incendios estuvieron activos durante poco más de un mes y afectaron, en conjunto, 8200 hectáreas. Uno de ellos se registró en el municipio de Bacalar, en el predio La ruina (Ichkabal).

En Quintana Roo —de acuerdo Fernández— las tres principales causas de los incendios forestales que estaban activos hasta el 4 de mayo eran la cacería ilegal, la preparación del terreno para actividades agrícolas y la expansión de los desarrollos urbanos.


Los integrantes de la Alianza solicitan que se tomen acciones inmediatas para frenar la deforestación y “sancionar a las empresas y personas particulares que resulten responsables de prender fuego de forma intencionada”, así como a quienes aprovechan los incendios para realizar el cambio de uso de suelo.

Cambios en la selva

La Península de Yucatán reúne un patrimonio ambiental, cultural y social, resalta Sara Cuervo. Es un territorio que alberga parte de la Selva Maya, uno de los macizos forestales más grandes de América Latina, la región en donde se encuentran flora y fauna endémicas; así como poblaciones de jaguar o tapir, especies en riesgo de extinción.

En este territorio, la apicultura tiene una larga historia. Los antiguos mayas ya realizaban esta actividad, como se consigna en el Códice Maya, donde se dedica un espacio para explicar el manejo de una abeja nativa: la Melipona beecheii. Hoy cerca de 15 000 personas se dedican a la apicultura en esta región.

En la Península de Yucatán, además, se estima que hay alrededor de 200 especies distintas de abejas, de acuerdo con estudios realizados por el equipo del doctor Rémy Vandame, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).


“Es uno de los grandes tesoros que tiene el planeta, en términos ambientales, el cual ha sido conservado por las comunidades mayas que habitan este territorio”, y que ahora está en riesgo por la presión que existe para cambiar el uso de suelo.

Los incendios —resalta Candelario— afectan a los árboles mielíferos como el Jabin (Piscidia piscipula), el Tzalam (Lysiloma latisiliquum) o el dzidzilché (Gymnopodium floribundum) y a una planta llamada Tajonal (Viguiera dentata); “cuando se queman constantemente, tardan en recuperarse”.

Debido a que “cada vez hay más parcelas sembradas con soya o con otro monocultivo en el que se utilizan plaguicidas, los apicultores tienen que buscar nuevos lugares para sus colmenas si quieren evitar que mueran sus abejas”, explica Irma Gómez.

La deforestación no solo tiene consecuencias en la fauna y flora, para los apicultores o para quienes aún conservan la milpa tradicional. El problema, dice Everardo Chablé, “es para toda la población, porque ya hay menos lluvia”.


Candelario Colli resume en una frase por qué ellos, los integrantes de la Alianza Maya por las Abejas Kaab Nalo’on, han aprendido a usar imágenes satelitales, a monitorear incendios, a denunciarlos y a defender su territorio: “Todo esto tiene un impacto no solo para los apicultores. Sino para la vida misma”.

FUENTE: DESINFORMÉMONOS.
AUTOR: THELMA GÓMEZ DURÁN.
LINK: https://desinformemonos.org/incendios-que-siembran-la-deforestacion-en-la-peninsula-de-yucatan/