miércoles, 4 de marzo de 2020

La vida después del feminicidio de Mara Castilla: entre el miedo y la exigencia de justicia

En septiembre de 2017, Mara desapareció tras abordar un Cabify y días después fue hallada muerta. A más de dos años, sus familiares luchan por conseguir justicia.

Han pasado dos años y seis meses del feminicidio de Mara Castilla. Para su hermana Karen, con quien vivía entonces en Puebla, el miedo se convirtió en un doloroso compañero, porque sabe que ser mujer en México significa una permanente  vulnerabilidad, a grado tal que ha cambiado su cotidianidad y adoptó medidas como siempre mandar su ubicación en tiempo real porque “si vuelve a haber una emergencia, sepamos dónde empezar”.




La vida de la familia Castilla Miranda no ha vuelto a ser igual desde ese 8 de septiembre de 2017 cuando Mara abordó un servicio de Cabify y estuvo desaparecida los ocho días siguientes. Karen denunció la desaparición de su hermana de 19 años, estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP) ante la justicia y en redes sociales, lo que hizo presión sobre las autoridades.

El 16 de septiembre, el cuerpo de Mara fue encontrado en un terreno en Tlaxcala. Las grabaciones cámaras de seguridad mostraron que el auto del servicio de Cabify llegó al domicilio, pero la joven nunca descendió. El GPS de los celulares, según informó la Fiscalía de Puebla, arrojó pruebas para detener a Ricardo N, el conductor de la unidad, quien enfrenta un juicio por feminicidio.

En este largo proceso judicial, los padres de Mara han tenido que acudir a las audiencias y pese al dolor y rabia que significa estar a unos metros del presunto feminicida, sacan fuerza del amor por su hija, de la necesidad de encontrar justicia.

“Mi papá está muy triste. Mi hermana y yo éramos sus princesas y le robaron a su princesa de una manera vil. Extraña mucho a mi hermana pero lo veo decidido a encontrar justicia para ella y él encontrar paz a través de esa justicia. Lo veo distinto, como mucho más consciente de la situación de las mujeres. Aunque nunca ha sido un hombre machista, ahora es mucho más sensible. Una cosa como la que nos sucedió te sensibiliza, te cambia”, dice Karen.


Su madre, le dice, pasó por el dolor más grande de su vida, pero se ha reconstruido en buena medida gracias a la terapia psicológica que comenzó a recibir pocos días después de sepultar a su hija. Ha tomado fuerza para estar presente en las audiencias, “para que vean el interés que tiene en que esta persona sea sentenciada y se logre la justicia para mi hermana”.

También porque significa un apoyo indispensable para Karen, quien desde el día en que recibió el cuerpo de su hermana, no regresó a vivir a Puebla. Sus padres recogieron todas sus cosas del departamento que habitaba con su hermana pequeña que apenas tenía poco más de un año de haber llegado de Jalapa, su ciudad natal.


Karen sólo ha regresado a Puebla para hacer algún examen o trámites en la Universidad, y aunque lo hace acompañada de su madre, atraviesa por ataques de pánico. “En esa ciudad me siento insegura, me trae recuerdos, me da una sensación muy fea”.

Tampoco ha vuelto a usar un servicio de transporte, de hecho sólo salía cuando tenía la posibilidad de usar el auto de sus padres, y ya de regreso en Jalapa, donde radica desde entonces, prefiere ir de un lado a otro caminando.

“Desde que todo esto pasa empecé a tener mucho miedo. Me quitaron lo que más amaba y ahora me están quitando mi tranquilidad. No salía si no llevaba coche, si se me empezaba a acabar la batería del celular, me ponía súper mal. Todo el tiempo estaba mortificada, con miedo y eso no es calidad de vida”, dice Karen.

Aunque el apoyo de sus padres le ayudan, mantiene ciertas medidas para sentirse un poco segura en un país como México donde ser mujer te coloca en una situación de vulnerabilidad.


“Mi mamá tiene mi ubicación todo el tiempo en el celular. A donde voy siempre le aviso, sabe mi rutina, sabe con quién estoy. Tiene el número de mis amigas, de mi novio. ¿Pero por qué avisamos en dónde estamos? Porque si en algún momento no nos encuentran para que empiecen por ahí”.

Aunque esa no debería ser nuestra mentalidad la realidad lo obliga, dice, porque la violencia contra las mujeres que llega hasta el feminicidio nos hace tener que tomar precauciones porque el aumento de los casos ha hecho que la sociedad se de cuenta “de lo cotidiano que es y desgraciadamente de lo cercano que están a nosotros”.

Pero aún en medio de ese sufrimiento y “cuando este miedo me inunda por el aumento en el número de casos, lo que me da paz es pensar en todas la movilización que hay de las mujeres para las mujeres. Esa es mi esperanza, ver cómo nos estamos moviendo para que nos garanticen el derecho más básico que es el derecho a la vida”.

Por eso, Karen y su familia han marchado en contra de los feminicidios y las jóvenes desaparecidas en los últimos meses. En parte, dice, porque se siente “en deuda” porque “lo que pasó con mi hermana fue horrible, pero tenemos un cuerpo y tenemos una tumba donde llorar y sabemos qué le pasó, que no esté sufriendo más y fue gracias a que mucha gente sintió empatía por el caso por la familia y ayudó y presionó para que la investigación terminara como ahorita está”.

Las hermanas Castilla nunca fueron ajenas a la causa faminista, por eso considera tan importante las movilizaciones ocurridas en los últimos meses y la próxima del 8 de marzo.


Poco antes de su desaparición, Mara había entregado un trabajo escolar donde abordaba los casos de feminicidio en Puebla, y Karen hacía una pretesis sobre feminismo, pero “no sentíamos que nos iba a pasar a nosotras, pasa esto y ahora veo la cifra que hay, la impunidad que nos rodea, me da miedo, me da coraje, la falta de respuesta del gobierno de acciones completas porque se supone que son los encargados de cuidarnos y no parece tener una estrategia para contrarrestar esto y si las tiene pues de éxito dudoso con los números que tenemos”, afirma Karen.

FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: NAYELI ROLDÁN.
LINK: https://www.animalpolitico.com/2020/03/mara-castilla-vida-despues-feminicidio-miedo-justicia/