viernes, 6 de mayo de 2016

Los casos de trata de personas en Tlaxcala, impunes desde hace más de ocho años

Dos casos de menores desaparecidas en San Pablo del Monte, ochos años de diferencia, mismo modo de operar de los agresores y la Procuraduría estatal sigue sin resolver.

A Valeria* y a Karla las raptaron en el mismo mes: enero. A la primera en 2008, a la segunda en 2016.

La adolescencia al ser secuestradas es su principal rasgo en común, pero hay otros, igual de importantes: ambas son habitantes del municipio de San Pablo del Monte, Tlaxcala; ambas fueron raptadas en la vía pública, en pleno día; y en contra de ambas, los atacantes usaron prácticamente el mismo método: aproximarse en autos particulares, obligarlas a abordar mediante el uso de la fuerza física, y huir.

En su condición de víctimas, además, ambas menores comparten también el mismo abandono por parte de las autoridades de Tlaxcala.

Valeria, que entonces tenía 14 años, pudo escapar de sus secuestradores, a pesar de encontrarse severamente lesionada, un día después de ser raptada. Karla, quien cumplió 12 años el pasado 27 de abril, permanece desaparecida desde hace ya 112 días.

Secuestros

Berenice* es mamá de Valeria. Olga es mamá de Karla. Una se sienta al lado de la otra y hablan. Sus voces son muy distintas, la primera grave, sin ser ronca, la segunda aguda, pero sus palabras, las historias que narran mientras lloran, parecen la misma.

“A mi hija la secuestraron el 19 de enero de 2008 –dice Berenice, profesora de una escuela del sector público–, tenía 14 años en ese momento, y fue al café internet que está a unas cuadras de la casa, en San Pablo del Monte, Tlaxcala, para hacer una tarea; llegó ahí, al negocio, y empezó a trabajar, pero en el lugar no había hojas para imprimir, así que ella salió a buscar hojas, y fue cuando se la llevaron. Un auto se le acercó, un Neón con puertas grises, y la jalaron, le vendaron los ojos, y entre dos sujetos la llevaban en la parte de atrás del carro, mientras otro sujeto iba conduciendo.”

Con Karla fue igual, pero con ocho años de diferencia: “Mi niña salió de casa el pasado 13 de enero (de 2016) rumbo a la escuela, que está a unas cuadras de distancia, también en San Pedro del Monte –cuenta Olga, con una voz que apenas y se escucha–. Pero no llegó a la escuela. Un testigo vio cuando se le acercó un carro oscuro y la jalaron.”

Tanto Berenice como Olga, al percatarse de la desaparición, instantes después de ocurridas, salieron en busca de sus hijas, primero con familiares y amigos de las niñas, luego por las calles, preguntando a la gente, y finalmente acudieron, ante la Procuraduría General de Justicia del Estado de Tlaxcala.

En ambos casos, la Procuraduría estatal fue notificada de estas desapariciones, apenas horas después de ocurridas, y el procedimiento seguido por el Ministerio Público de Tlaxcala, tanto en 2008 como en 2016, fue el mismo: no hacer nada.

“Fui a la agencia del MP de San Pablo –narra Berenice– y les dije a los policías ‘esta es mi hija, mírenla por favor, está desaparecida, sólo estaba haciendo una tarea, por favor ayúdenme’. Pero ellos me respondieron que apenas tenía dos horas ausente y que ella no estaba desaparecida, sólo porque yo no supiera dónde estaba… les rogué que al menos radiaran su nombre, que estaba desaparecida, les pedí que me recibieran fotografías de ella, para que las giraran en la terminal, en las casetas, y la respuesta fue que había que esperar, al menos, 72 horas… ‘¿sabe todo lo que le pueden hacer a una niña en 72 horas?’, le pregunté al policía”.

Desesperada, sin saber qué hacer, pero conscientes de que las autoridades no les brindarían auxilio, Berenice y sus familiares comenzaron a recorrer las calles de San Pablo del Monte, buscando a Valeria, de 14 años, por sus propios medios.

Ocho años después, el 13 enero de 2016, a esas mismas oficinas del MP en San Pablo del Monte acudió Olga, para reportar la desaparición de su hija, Karla Tezmol Juárez, de 11 años en ese momento. “Pero ese día estaba lluvioso, y se habían quedado sin luz, así que me dijeron que no podían hacer nada, ni siquiera tomarme los datos de la niña, mucho menos redactar la denuncia por la desaparición, nada.”

Olga tuvo que trasladarse hasta la capital del estado (a una hora de camino), para obtener atención en las oficinas centrales de la Procuraduría de Tlaxcala, en donde, sin embargo, se negaron a emitir una alerta especial (la Alerta Amber), que permitiera la búsqueda inmediata de Karla.


“Dijeron que Karla se fue con el novio…”, musita su mamá.

Respuesta en presencia de la víctima

El 20 de enero de 2008, cerca de las 7:00 horas (es decir, 14 horas después de que Valeria fue raptada), la menor regresó, por su propio pie, a la casa de su abuela.

“Había sido drogada, y estaba totalmente aturdida –narra su mamá–, ella me contó que varios tipos la habían atacado sexualmente, tenía marcas en las manos provocadas por las ataduras, y ella escuchaba cómo sus agresores acordaban si llevársela a Tijuana o a otro lugar. Me dijo: ‘mamá, pensé que ya no te volvería a ver jamás’… Esa noche, esos sujetos acabaron tan ebrios y drogados que se durmieron y, en la madrugada, mi hija escapó, y caminó, sin saber por dónde… ella estaba muy afectada por la droga que le dieron, llevaba la ropa desgarrada, y luego de no sabe cuánto tiempo, reconoció que estaba cerca de la casa de su abuela, y caminó hasta ahí”.

Para ese año, en Tlaxcala ni siquiera se reconocía la trata de personas como un delito, a pesar de lo cual, el rapto y agresión sufridos por Valeria fueron denunciados ante la Procuraduría de Justicia estatal, encabezada en ese momento por Leopoldo Zárate Aguilar.

“No queríamos que le hicieran a otra niña lo que le hicieron a mi hija –narra Berenice–, por eso fuimos a la Procuraduría, pero fue un grave error. Llegamos a las 4 de la tarde, y nos atendieron hasta las 12 de la noche, hora en la que le pidieron a mi hija rendir su declaración, contar todo lo que pasó, todo lo que le hicieron durante esa noche, cómo logró huir… y luego nos pasaron a otra oficina, con otro funcionario, para que le repitiera todo otra vez… y luego a otra oficina, otro funcionario, y así… hicieron que mi hija repitiera una y otra y otra y otra otra vez. Y al final, de madrugada, luego de hacerla revivir ese sufrimiento en su mente, fue puesta en manos de un perito que la volvió a hacer víctima de una agresión sexual.”

–¿El tipo de exámenes que le realizaron son equiparables con una agresión sexual? –se pregunta a Berenice.

– A mi hija la pusieron enfrente de un hombre, desconocido para ella, y la obligaron a desnudarse. Y este sujeto estuvo tomando muestras. El cuerpo de mi hija, para ellos, era simplemente el cuerpo del delito, y así la trataron.

Berenice llora y se culpa: “Mi hija fue nuevamente víctima de lo que en los hechos representa una agresión sexual, pero esta vez había sido yo la que la expuso a eso”.

Una semana después, madre e hija fueron citadas por la Procuraduría estatal, para recibir un informe sobre las investigaciones.

–¿Qué fue lo que les informaron?

–Sólo nos dijeron que, efectivamente, mi hija había sido violada y que sí, había sido drogada. O sea, lo que ya sabíamos… Luego nos preguntaron si, acaso, nosotras nos imaginábamos quiénes pudieron haberlo hecho, como si la investigadora fuera yo.

–¿Su hija recibió algún tipo de asistencia victimológica, por parte de las autoridades?

–En realidad, no. En la Procuraduría de Tlaxcala nos canalizaron al área de psicología, pero ahí la presionaban para que admitiera que se había ido con el novio. Le decían: “era tu novio, ¿verdad? ¿Te fuiste con él o él te llevó?”… Le decían “acuérdate quién fue… ¿era tu novio?”. Esa era toda su terapia, e insistían, a pesar de que mi hija les aclaraba que no tenía novio. Ella era una niña de 14 años… decidimos no volver más a la Procuraduría. La llevé al ISSSTE, y fue peor: ahí la psicóloga me dijo que el acné de mi hija probaba que tenía la “hormona alborotada”, y que por eso le pasó lo que le pasó…

Respuesta en ausencia de la víctima

La Alerta Amber, instituida en México en el año 2012, es un protocolo de búsqueda de menores de edad secuestrados, desaparecidos o en riesgo de serlo, diseñado para activarse de forma inmediata, para impedir que la víctima sea extraída de la entidad en la que se reportó su ausencia.


Sin embargo, en el caso de la niña Karla Tezmol Juárez, la Procuraduría de Tlaxcala se negó a activar este protocolo de localización durante los primeros 21 días transcurridos después del reporte.

A pesar de que existen testimonios de personas que presenciaron el rapto, así como reportes anónimos que vinculan el secuestro de Karla con la actividad de bandas de tratantes y explotadores sexuales de Tlaxcala y Puebla, la Procuraduría estatal se ha negado, hasta la fecha, a iniciar una averiguación previa formal.

Es decir, no se reconoce la presunta comisión de ningún delito; y a Karla no se le asume oficialmente como víctima.

Entre las preguntas realizadas por la Procuraduría estatal a la familia, luego de su reporte de desaparición, están: “¿Karla es enojona? ¿Karla ya menstrúa? ¿Karla tiene o tuvo novio o amigos varones?“

A finales de marzo, tras cumplirse dos meses de la desaparición de Karla, la Procuraduría envió un “binomio canino” a su vivienda.

“Trajeron dos perritos –narra Olga–, me pidieron permiso para revisar la casa, como si la niña estuviera aquí, enterrada. Yo les permití que entraran e hicieran su trabajo. Ellos creen que soy ignorante, y que no me doy cuenta que me investigan a mí, cuando lo que deberían estar haciendo es buscar a mi hija. Yo quería que trajeran esos perros cuando desapareció mi hija, el 13 de enero, y no dos meses después, en un día de lluvia. Yo creo que eso nada más fue para tener algo para decir que trabajaron. Estuvieron como 20 minutos aquí, revisaron toda la casa y los perritos no encontraron nada. Luego se fueron, pero antes de irse, el comandante Tepox me preguntó si no había yo escuchado nada aún, algún rumor, algún chisme. Así me lo preguntó, así investiga él”.

En el año 2013, la Comisión Nacional de Derechos Humanos denunció que el estado de Tlaxcala forma parte de al menos cinco corredores controlados por bandas del crimen organizado, especializadas en trata de personas. 

Estos corredores contemplan puntos geográficos de secuestro y enganche de las víctimas (básicamente niñas y mujeres), así como puntos de tránsito y explotación, ubicados dentro y fuera de México.

La primera de estas rutas va de Tlaxcala a Puebla. Otras tres inician en Veracruz, Guanajuato y Morelos, y terminan en Tlaxcala y Puebla.

Y una última, ésta internacional, inicia en Puebla y Tlaxcala, y llega hasta Arizona y Nueva York.

Peor aún: la lista de municipios de Tlaxcala en los que prolifera la trata de personas inicia, precisamente, con San Pablo del Monte, la localidad en donde Valeria y Karla fueron raptadas.

Durante los 112 que han transcurrido desde la desaparición de esta menor, las únicas acciones reales de búsqueda han sido realizadas por sus familiares, a través de la distribución de volantes con su fotografía, en casetas carreteras, y recorridos por zonas de “tolerancia” (lugares en donde la explotación sexual comercial es abiertamente permitida por las autoridades).

Con la toga sobre los ojos

Aunque no existen reportes actualizados sobre el número de niñas y mujeres no localizadas, raptadas o desaparecidas en Tlaxcala, sí existen indicios de la magnitud de este problema, y del claro perfil de las víctimas.

Un reporte de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, de la PGR, que abarca de mayo de 2012 a diciembre de 2014, señala que en ese periodo desaparecieron 20 menores de edad en Tlaxcala, de los cuales 14 son niñas y 6 niños. Según este mismo reporte, sólo los niños fueron localizados.

Debido a que ninguna de estas circunstancias fue considerada por la Procuraduría estatal cuando descartó iniciar una averiguación previa por el rapto de Karla, su familia promovió en abril pasado un amparo, intentando que la justicia federal obligara a las autoridades de Tlaxcala a investigar esta desaparición como un posible delito en activo.

A finales de mes, sin embargo, el juez segundo de Distrito en Tlaxcala, Carlos Alberto González García, denegó el amparo, al considerar que no hay violación a los derechos de la menor.


* Se usa pseudónimo, para resguardar su identidad.

FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: PARIS MARTÍNEZ.
LINK: http://www.animalpolitico.com/2016/05/los-casos-de-trata-de-personas-en-tlaxcala-impunes-desde-hace-mas-de-ocho-anos/