jueves, 19 de mayo de 2016

La tortura indolora

La tortura en México es generalizada por una simple y sencilla razón: no es investigada, perseguida ni sancionada. De eso no hay duda. La pregunta es cómo cambiar eso. Es tiempo de recordar el diagnóstico de la ONU: “La tortura es generalizada en México. Ocurre especialmente desde la detención y hasta la puesta a disposición de la justicia. Y con fines de castigo e investigación”. Ya sabemos, el Estado mexicano negó la dimensión del fenómeno y condenó el trabajo de Juan Méndez, responsable de aquel diagnóstico.
Pero la realidad es más fuerte que la política. Las evidencias de que la tortura en México es generalizada no cesan de fluir. Desde el Estado de México y Nuevo León han llegado las más recientes imágenes e investigaciones que así lo confirman. El video de la tortura a manos de agentes de la Procuraduría General de Justicia, al igual que el otro video con la misma práctica a manos del ejército y la Policía Federal, nos enseña torturadores que han adquirido un saber experto. Es el conocimiento de quien repite y perfecciona una práctica y de esa manera pierde la sensibilidad para verse afectado por el dolor de la víctima.
En el caso de Nuevo León, se lee en el reportaje citado que la Comisión Estatal de Derechos Humanos confirmó 119 casos de tortura cometidos por policías estatales entre 2007 y 2015, ninguno de los cuales fue sancionado penalmente. “Torturaban a todos, hasta a la doñita acusada de robar una joya a su patrona”, afirma Sergio Méndez, quien documentó los casos desde la segunda Visitaduría de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León. La investigación periodística nos recuerda que justamente las instalaciones sede de la tortura reiterada (la Agencia Estatal de Investigaciones), según documentó la Comisión, son las únicas en todo el país que el Relator de la ONU para la Tortura fue impedido a ingresar cuando realizaba la investigación que soporta el informe sobre México.
En Insyde sabemos que la tortura está incrustada entre las prácticas regulares de la policía y que la procuración y administración de justicia evaden investigarla, perseguirla y sancionarla. Muchos de los testimonios que este instituto recibe en ese sentido provienen de abogados litigantes especializados en materia penal, policías, peritos y agentes del ministerio público. Es decir, nuestra versión no sólo está fundada en el relato de las víctimas. En Insyde hemos cruzado la versión de muchos operadores del sistema penal y de quienes sufren la tortura. La evidencia es suficiente para confirmar el diagnóstico de la ONU.
Nuestra discusión ya dejó atrás la pregunta sobre si la tortura es de uso común o no. Sabemos que sí. Ahora nuestra discusión está dirigida a construir herramientas que paren la repetición de la tortura. Quien quiera conocer la abultada lista de instrumentos técnicos que Insyde viene produciendo para mejorar las leyes y las herramientas de investigación, sanción y reparación de la tortura, puede asomarse a Sin Tortura. Esas herramientas técnicas y otras varias que venimos diseñando se hacen cargo de atacar los arreglos legales e institucionales que vienen haciendo posible la reproducción de la tortura.
Para decirlo de manera muy sencilla, en la policía se entiende y usa la tortura como parte de las rutinas de trabajo. Es una herramienta que se usa porque se puede usar, sin costos. En todo momento hay detenciones sin control alguno y la policía calcula cuándo y cómo usar la tortura para extraer información, para extorsionar en beneficio propio o de terceros en redes de crimen organizado, pero también como mero ritual de poder sin beneficio concreto directo. Hemos recibido testimonios de policías que han sido amenazados por negarse a participar en la tortura y en otros delitos. También sabemos que la tortura es reconocida muchas veces por la policía misma como una práctica que usa quien realmente sabe realizar la función policial. En la base de la tortura generalizada a manos de la policía hallamos un sistema de valores que, lejos de condenarla, la explota para múltiples fines.
Pero hemos aprendido algo más que es tanto o más importante: la generalización de la tortura se nutre de la tolerancia política y social. En otros lugares del mundo hace tiempo reconocieron que las violaciones graves y generalizadas a los Derechos Humanos se alimentan de la combinación de diversos sistemas de tolerancia y en consecuencia sólo viene la contención donde todos los ámbitos de permisividad se trasladan hacia la condena. En México el grueso de los liderazgos políticos y de la propia sociedad no acusó recibo de las palabras del relator de la ONU. Por su parte, los videos referidos parecen ser la nota del día y no mucho más que eso, cuando menos visto desde su lugar en la opinión pública.
Parece que hemos entrado en una terrible paradoja: saber más sobre el uso generalizado de la tortura en México, incluso ser testigos a cielo abierto de la tortura misma, acaso viene fortaleciendo la tolerancia. Mientras más visible es la tortura, más evidente es la tolerancia a la misma. Acaso hablamos de otra tortura, la que no duele. Es la tortura indolora.
 FUENTE: ANIMAL POLÍTICO
AUTOR: ERNESTO LÓPEZ PORTILLO