martes, 12 de enero de 2016

Escenarios para la izquierda

MÉXICO, DF: De las 12 entidades donde habrá elección de gobernador el primer domingo de junio de este año, la oposición al PRI tiene posibilidades de ganar en seis, pero no lo podrá hacer sin alianzas que le permitan superar el porcentaje de votos del tricolor. Tal es la razón que llevó a Agustín Basave, dirigente nacional del PRD, a amenazar con renunciar si su Comité Ejecutivo rechaza las coaliciones con el PAN.

Pero ni el PAN ni el PRD han recapacitado en que su alianza es indispensable sólo en dos casos: uno para el blanquiazul (Veracruz) y otro para el sol azteca (Tlaxcala), aunque incluso podría ser insuficiente por la gran fuerza que ha adquirido Morena en esos estados.

Acción Nacional tiene posibilidades de ganar en Aguascalientes, donde su aliado principal es Nueva Alianza, así como en Puebla, donde Morena y el Panal poseen más fuerza que el PRD, y Veracruz, donde la agrupación lopezobradorista también puede ser el factor decisivo.

Mientras tanto, el PRD figura con posibilidades en Oaxaca, donde la alianza más importante sería la de la izquierda (el sol azteca, Morena, Movimiento Ciudadano y PT), aunque ésta prácticamente se halla descartada por la posición que ha asumido la agrupación de López Obrador.

También cuenta con posibilidades en Tlaxcala, donde Morena se convirtió en la tercera fuerza, apenas dos puntos porcentuales debajo del PAN y casi cuatro arriba del PRD, y Zacatecas, donde al igual que en Oaxaca la coalición vencedora sería la de izquierda.

En estas condiciones, si Morena logra sostener el porcentaje de votación obtenido en las elecciones federales intermedias de 2015 y se mantiene en su postura de no celebrar alianzas, puede ser el factor que permita al PRI obtener el triunfo en cinco de las entidades en las que el tricolor está en riesgo, en función de las preferencias previas.

En los hechos es Morena el que puede dejar al perredismo sin ninguna gubernatura, pues en las tres entidades (Oaxaca, Tlaxcala y Zacatecas), donde el perredismo tiene posibilidades, los votos que logre el lopezobradorismo pueden ser decisivos (inclusive si se consigue la alianza PAN-PRD); lo mismo sucedería en dos entidades (Puebla y Veracruz) en las cuales el blanquiazul tiene oportunidad de ganar.

Basave tiene razón en buscar las alianzas, pero particularmente en los dos casos (Puebla y Tlaxcala) en los que dicho acuerdo está en riesgo; las mismas pueden no ser suficientes pues en los dos estados Morena obtuvo más votos que el PRD.

Las últimas tres elecciones intermedias han sido catastróficas para el PRD: en 2003 fueron la principal razón de la renuncia de Rosario Robles a la dirigencia nacional, lo que obligó al interinato de Leonel Godoy; en 2009, a pesar del derrumbe perredista a 13% de los votos, no le costó la cabeza a Jesús Ortega porque realmente acababa de asumir la dirigencia en diciembre de 2008, después de la resolución de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; y en 2015, el escaso 12% que logró sostener motivó la renuncia de Carlos Navarrete.

Ante la debacle electoral de 2015 y la imposibilidad de los grupos políticos perredistas de ponerse de acuerdo para designar como dirigente a alguno de sus miembros, recurrieron a un externo (debió afiliarse al partido para poder dirigirlo) que logró el consenso de las principales corrientes pero a quien cercaron con la designación del resto de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional.

Basave es la cara pública del PRD, pero realmente no tiene poder en el mismo, porque son los grupos políticos tradicionales los que imponen las condiciones: dirigentes, candidatos, reglas y asignación de recursos.

Eso permite que un día lo autoricen a negociar alianzas con el PAN y lo dejen concretar las de Durango y Zacatecas pero se resistan a aprobar las de otras entidades. Son los intereses específicos de estos grupos los que definen su posición en cada uno de los casos; no son los principios, la estrategia o el bienestar público lo prevaleciente.

El PRD está anclado en sus mismos problemas y ni siquiera la proximidad de su debacle motiva que las tribus hagan a un lado sus intereses para mantener su rol dentro del sistema político mexicano. Lo peor es que una elección en la cual aparentemente tienen muy poco en juego (sólo una de las gubernaturas en disputa cuenta con un candidato postulado por ellos) puede convertirse en definitoria de su futuro.

Por lo pronto, en la elección federal intermedia ya pasaron de partido grande (alrededor de 20%) a mediano (entre 10 y 15%); en esta elección pueden perder una gubernatura, pero también socavar sensiblemente sus posibilidades para 2018.

Si las tribus perredistas no son capaces, como hasta hoy muestran, de anteponer los intereses del partido a los suyos, el PRD probablemente podrá mantener apenas poco más del 3% de votos que requiere para conservar el registro en cada una de las entidades, pero está condenado a transitar de partido mediano a pequeño.

Cierto es que mantendrá una parte –ya muy mermada– de su financiamiento público y de los espacios en los medios electrónicos, pero quedará fuera de los espacios de poder, pues su apoyo y sus votos serán prescindibles a la hora de definir los grandes temas nacionales. Esto marginaría a la izquierda, ya que por su división hoy parece imposible que uno de los otros partidos (particularmente Morena) logre pasar de mediano a grande para ocupar esa posición estratégica.


Las disputas internas y la dispersión de la izquierda provocan que se dilapide casi un tercio de los votos de los mexicanos (casi 30% en la elección federal intermedia del 2015) que sufragan por sus candidatos y propuestas.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JESÚS CANTÚ (ANÁLISIS).
LINK: http://www.proceso.com.mx/?p=425914

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