martes, 23 de junio de 2015

Robos constantes, a 6 cuadras de la oficina de Mancera

La policía consiente las estafas en la calle República del Salvador, en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México.

El Centro Histórico no sólo es un punto de ventas y turístico. También es un centro de robos.

En la calle República del Salvador, la misma por donde pasa el Metrobús, y a 6 cuadras de la oficina del jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, se reúne un grupo de estafadores.

-¿Qué es lo que está buscando?-, pregunta un hombre desaliñado al transeúnte despistado. El vendedor se ubica afuera de un laberinto de puestos. Aparece junto a otro, recargado en uno de los muros que da a la calle.

El comprador necesitaba un tripié para una cámara de video. El vendedor hace una llamada para consultar si hay. Le ofrece de aluminio, de metal y le da diferentes precios, como todo un profesional del engaño. Su compañero va supuestamente por él, pero cuando sale no trae nada, sólo una nota con el precio: 350 pesos. Pide pagarlo.

El comprador quiere ver el tripié. Le dicen que en un momento se lo traen porque está “arriba”. Se asoma y vuelve a ver un sinfín de negocios con artículos para computadoras, celulares y electrónica en general.

Nadie le advierte nada al comprador. Sólo siente las miradas de los vendedores de adentro, que se percatan que está cayendo en el engaño.

Antes de pagar, el comprador escucha una “oferta”. Los estafadores le dicen que le pueden poner internet “gratis” en su celular o una mica protectora. El comprador levanta la ceja pero cae.

-¿Cuánto tiempo tardarán en ponerle internet?-, les pregunta.

-Ni 5 minutos…

Ni 5 minutos pasarán para que se dé cuenta de la estafa. Además del pago por el tripié y de dar su celular, los estafadores le piden la cámara para “probarla” con el tripié.

Uno de los estafadores se adentra al laberinto de negocios con cámara, celular y 500 pesos como pago. Está a punto de esfumarse junto con su compañero. Todo es cuestión de segundos.

En un par de minutos, mientras el otro se queda afuera con el comprador, el estafador hace una seña al incauto para que se adentre en el pasillo, que al principio es lineal, pero después da vuelta, se expande, llega hasta el otro lado de la calle. Además, hay un segundo piso.

Mientras el comprador avanza en el pasillo, con uno de los estafadores de un lado, y el otro del otro, el primero se adentra hasta algún lugar desconocido, y el otro desaparece, cruzando la calle.

Comienza la búsqueda de los ladrones.

Justo al dar la vuelta en el pasillo, hay un policía del Estado de México, a quien el comprador le pregunta para dónde le dio uno de los estafadores. Dice no haber visto nada. “Por aquí pasan muchos”, se lava las manos. “Pero acaba de pasar. No es posible que no haya visto nada”.

Por más que lo busca, por más que le insiste al policía del Estado de México, no da con al menos uno de los ladrones.

Al salir a la calle República del Salvador, ya no está el otro.

Después de llamar a la patrulla, el comprador espera unos 5 minutos, ahogado en la congoja. Y vuelve a pasar por República del Salvador.

-¿Qué es lo que está buscando?..

La pregunta le rebota en los oídos. Ver a otro par de estafadores provoca que el comprador fragüe un plan en segundos: los va a acusar de cómplices del robo.

Aunque uno de los dos se logra escabullir, el comprador no deja que el otro se le escape. De pronto, lo empiezan a encarar otros vendedores que aparecen como avispas.

Un policía del DF que transita en el lugar se hace presente. El comprador le cuenta lo que está pasando pero el policía coincide con los delincuentes: “usted no lo puede acusar”.

El elemento policiaco comienza a cuestionar al que denuncia en lugar de a los ladrones.

Cuando llega la patrulla, nada cambia. E incluso, los policías advierten que si se llevan al estafador, “lo podemos acusar de secuestro”.

El episodio se alarga por hasta 20 minutos, entre jaloneos con los otros estafadores que defienden a su compañero, y discusiones estériles con la policía. Al final aceptan llevárselo en la patrulla.

Pero antes de subirlo, aparece uno de los líderes, fumando, y lanzando una pregunta: “Si te doy tus cosas, ¿se acaba este pedo?”.


Los policías no hacen nada pese a la flagrancia. El comprador acepta el trato y le devuelven sus cosas, tras encarar a una docena de estafadores y a 4 elementos policiacos.

FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
AUTOR: REDACCIÓN.

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