jueves, 23 de abril de 2015

Peña Nieto ante las urnas

MÉXICO, D.F: Las masacres de Ayotzinapa, Apatzingán y Tlatlaya, los escándalos inmobiliarios de su familia y principales colaboradores, el fracaso de las reformas estructurales, la espiral sinfín de la violencia, la derrota en la guerra contra el crimen organizado, la opacidad de su gobierno y la corrupción en la que se anegan los altos funcionarios, son apenas algunas de los descréditos de la administración de Enrique Peña que habrán de permear en las elecciones del próximo 7 de junio.

A pesar de que algunos estrategas electorales digan lo contrario, estas elecciones intermedias serán una evaluación del gobierno de Peña Nieto el cual ha mostrado las más bajas calificaciones de aceptación ciudadana de los últimos presidentes. De ahí que es probable que haya un voto de castigo al PRI el cual, previendo esta situación, ha tomado como un asidero al PVEM que no para de juntar multas por sus infracciones a la ley electoral.

¿Qué puede ofrecer el PRI a los electores sino incapacidad, corrupción, inseguridad, injusticia, descomposición institucional e impunidad?

El lema de campaña priista dice “Transformando a México”, y cualquiera se pregunta cuál transformación ha hecho el PRI en su regreso al poder si es reconocido internacionalmente como un gobierno que no respeta los derechos humanos, con los más altos índices de inequidad y pobreza, la economía estancada, el peso devaluado y la corrupción como privilegio del grupo en el poder.

¿Qué transformación ha tenido el país si en lo que va del gobierno peñista siguen los asesinatos dolosos? De acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), durante los primeros 20 meses de gobierno peñista, del 1 de diciembre de 2012 al 31 de julio de 2014, se registraron 57 mil 899 averiguaciones previas por homicidios doloso y culposo, mientras que en los primeros 20 meses de administración calderonista (1 de diciembre de 2006 al 31 de julio de 2008), la suma fue de 43 mil 694: Esto es, el gobierno priista superó al panista con 14 mil 205 homicidios tanto culposos como dolosos.

El PRI no puede mostrar el rostro del gobierno peñista como un activo para ganar las elecciones porque hasta ahora únicamente ha mostrado errores en el manejo de las finanzas públicas, en el gasto social que se ha reducido en lugar de bajar gastos e insultantes salarios de los altos funcionarios y opacidad en la manera de conducirse desde la administración pública otorgando contratos a los amigos y aliados políticos.

El trabajo de Jesús Murillo Karam en la PGR fue tan deficiente que luego de una investigación insuficiente en el caso de Ayotzinapa tuvo que ser removido, lo mismo que Alfredo Castillo en Michoacán, donde pacto con los nuevos grupos del crimen organizado. Luis Videgaray, presentado al principio como el “genio de las finanzas”, sólo ha mostrado persistente discapacidad para llevar a buen puerto la economía nacional que está estancada en un crecimiento nulo. Mientras que los secretarios de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y de Educación, Emilio Chuayffet, también han mostrado insolvencia para resolver los conflictos sociales, principalmente el de los maestros. No hay un solo funcionario del gabinete peñista que tenga una buena aprobación ciudadana.

Peña y el PRI confían en su estructura y en el “voto duro” para ganar estas elecciones olvidando que en los comicios de 2012 apenas tuvieron 38% de la votación nacional y eso gracias al derroche de dinero que gastaron en prebendas y tarjetas de dinero para supermercados, como fueron los casos de Monex y Soriana.


Ahora el PRI y el peñismo estarán en las urnas ya no como oposición sino como gobierno, con lo cual estará a prueba su imagen que deja mucho que decir y está muy lejos de su lema “Transformando a México”.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS (ANÁLISIS).

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