martes, 11 de noviembre de 2014

#YaMeCansé, el quiebre moral

MÉXICO, D.F: Una agotadora conferencia de prensa para “revelar” lo que el padre Alejandro Solalinde había anunciado semanas atrás; un intento de reducir la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotizapa en un episodio de narco corrupción entre la policía de Iguala y el alcalde José Luis Abarca, culminaron en una expresión del procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, que le dio carpetazo a su propio papel de abogado de la nación.

El exgobernador hidalguense y exsecretario general del PRI se cansó. Y lo externó. Como si no hubiera relatado uno de los episodios más vergonzosos para todo el Estado mexicano –la impunidad de cuerpos policiacos para entregar a 43 jóvenes– y su vinculación con el crimen organizado en una entidad donde el Ejército mexicano tal parece que sólo está de observador.

¿De qué se cansó el procurador? ¿De las preguntas incisivas de la prensa ante su relato difuso, confuso y obtuso? ¿De qué se cansó? ¿De escuchar los relatos de los únicos sicarios que se han mostrado tan “colaboradores” que soltaron toda la sopa sin un rasguño? ¿De qué se cansó el procurador? ¿De no haber podido explicar un móvil mínimamente lógico para tal saña? ¿De qué se cansó el procurador? ¿De las “fuertes emociones” que ha vivido con unos padres de familia que lo desconocen y ahora piden su renuncia? ¿De qué se cansó Murillo Karam? ¿De las innegables grillas internas en el gabinete presidencial para sustituirlo por otro personaje como Alfonso Navarrete Prida? ¿De qué se cansó el procurador? ¿Del cansancio físico que implica un caso como éste en el cual él mismo está implicado por omisión desde marzo de 2013, cuando fue advertida la PGR de las andanzas narco criminales de Abarca?


#YaMeCansé se convirtió en un Trending Topic en las redes sociales durante cuatro días consecutivos porque conectó la expresión despectiva de Murillo Karam con el estado emocional de fuerte indignación y falta de credibilidad de una sociedad que ya no se quedará con las versiones al estilo La Paca, el Nintendo de Posadas Ocampo o la grotesca explicación primera de la ejecución extrajudicial de 22 jóvenes en Tlatlaya, Estado de México, el pasado 30 de junio.

#YaMeCansé se volvió un meme en redes sociales, pero también un impulso para que durante dos días consecutivos –el viernes 7 y el sábado 8 de noviembre– salieran convocados por redes sociales y redes ciudadanas cientos de capitalinos, en su mayoría estudiantes, para protestar frente a las instalaciones de la PGR y protagonizar una marcha pacífica el sábado hacia el Zócalo de la Ciudad de México. Sólo la provocación consentida –o quizá planeada– por los propios cuerpos de seguridad contra la Puerta Mariana del Palacio Nacional quiso restarle fuerza a esa protesta.

#YaMeCansé también refleja el estado anímico de amplios sectores de la sociedad frente a la indolencia de Enrique Peña Nieto que hizo malabares para justificar su viaje a China y a Australia, cuando ha sido incapaz de ir a Iguala y enfrentar directamente los reclamos de una población agraviada por una acumulación de impunidad y complicidades.

#YaMeCansé es una bofetada en contra de una clase política que se hunde en el desprestigio de sus cálculos cínicos. Es el fin del gobierno del Pacto por México, aunque quieran inventar ahora otro Pacto por la Seguridad para proteger a la dirigencia chuchista del PRD. La tragedia de Ayotzinapa opacó todo el cálculo electoral que los tres partidos políticos planeaban para el inicio de la contienda federal del 2014.

#YaMeCansé es una frase tan fuerte como la que miles de argentinos comenzaron a corear en Buenos Aires en 2001 y 2002: “Que se vayan todos”, en clara muestra de desprecio a una clase gobernante y empresarial que llevó a la quiebra financiera a esta nación.

#YaMeCansé es el símbolo de una quiebra moral muy profunda. Quizá ni los publicistas de Los Pinos ni sus astutos asesores de discurso enviados desde Televisa se han dado cuenta de lo profundo de esta crisis moral.


Por eso mismo, resultó todavía más patético que Murillo Karam justificara esta expresión señalando que tenía varias horas sin dormir y que era lógico el agotamiento físico. Nadie le regatea el cansancio al señor procurador. Lo que indigna es la ausencia absoluta de visión ética y de Estado frente al cínico holocausto que relató como si fuera un episodio más de Criminal Minds.

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JENARO VILLAMIL.

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