miércoles, 19 de noviembre de 2014

Peña: Entre la barbarie y la corrupción

MÉXICO, D.F: A Juan Armando Hinojosa Cantú le gusta la buena vida: Los viajes, la comida, la ropa, jugar al golf y hacer dinero.

Tamaulipeco avecindado en el Estado de México, ha materializado en el sector privado el apotegma de su amigo Carlos Hank González: Un empresario pobre es un pobre empresario.

Y al igual que Hank González, que pasó de profesor rural a multimillonario transportista y político, Hinojosa Cantú evolucionó de modesto impresor a magnate de la construcción.

Como Hank González, Hinojosa Cantú pertenece a la estirpe que han hecho su fortuna con el dinero público: Sólo en el gobierno estatal de Enrique Peña Nieto obtuvo contratos por más de 35 mil millones de pesos.

Y en menos de dos años del gobierno de la República de su amigo, que se cumplen en dos semanas –el 1 de diciembre-, ha acumulado contratos y proveedurías por 22 mil millones de pesos.

Si Hinojosa Cantú ha ganado más de 55 mil millones de pesos gracias a su amigo Peña, como reporta Arturo Rodríguez en Proceso, resulta una bicoca regalarle una mansión de menos de 100 millones, aunque la versión oficial es que se la vendió, en abonos, a su esposa Angélica Rivera.

En su primera reacción sobre la lujosa mansión, que él mismo contribuyó a diseñar, según la investigación periodística de Aristegui Noticias –publicado de manera simultánea por Proceso, el domingo 9–, Peña descalificó la información y ofreció documentación para que “se aclaren las cosas”:

“Dejaré que durante esta semana la vocería de la Presidencia responda. Sin duda son aseveraciones imprecisas y carentes de sustento. Pero dejemos que con la documentación correspondiente se aclaren las cosas”.

A su regreso del viaje a China y Australia, que no canceló pese a que sigue sin aclarar seis asesinatos en Iguala, Guerrero, y la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa, Peña declinó seguir hablando sobre el tema:

“Estamos en proceso de llevar a cabo una aclaración de este tema, para que no queden dudas, a través de la vocería de Presidencia de la República”.

Hasta ahora, sin embargo, con toda la información, incluyendo la oficial y la fallida estrategia de ocultamiento, apunta a que ahí hay algo chueco, quién sabe si tráfico de influencias o cualquier otro delito en el truculento andamiaje jurídico.

No es fortuito que, en medio de la barbarie por el caso Ayotzinapa, emerja este nuevo escándalo de Peña. Es parte de lo mismo: La degradación de la élite que, a juzgar por su comportamiento, sigue sin dimensionar la crisis. Y ya se sabe: Lo que no se entiende, no se atiende.


Pero ni los más tenaces defensores de Enrique Peña Nieto pueden ocultar ya lo que es emblema de la casa: La corrupción. Esa es su cultura…

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ÁLVARO DELGADO.

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