lunes, 13 de octubre de 2014

Tres que salvaron la vida el día trágico narran: hasta el 066 dio largas para no ayudar

La noche del 26 de septiembre, en Iguala, Guerrero, policías municipales dispararon a estudiantes de Ayotzinapa sin motivo alguno. Hubo cuatro balaceras. La primera y la segunda a las 9 de la noche.

Hubo heridos, uno de gravedad, y el 066 se negó a prestarle auxilio. Diez minutos después de la segunda balacera llegó un comandante que trató de hablar con los estudiantes y les advirtió: “ahorita los voy a venir a levantar”.

Dos normalistas narraron a El Sur los ataques a tres autobuses, en los que murieron dos de sus compañeros, y vieron que en patrullas de la policía de Iguala se llevaron detenidos a sus compañeros que ahora están desaparecidos.

El primero y segundo ataque fueron cerca de las 9 de la noche, y ninguna autoridad, ni policías ni el Ejército llegaron al lugar para ver qué pasaba, y con su presencia, probablemente, evitar el tercer ataque, cerca de las 12:30, ya en los primeros minutos del 27.

Además de los tres autobuses de los que murieron dos normalistas y hubo 25 heridos y 44 detenidos, de los cuales uno apareció al día siguiente muerto y 43 están desaparecidos, esa noche salían de Iguala otros dos autobuses con estudiantes de Ayotzinapa.

También fueron agredidos por policías, que los interceptaron para impedirles que llegaran a donde estaban sus compañeros atacados, los jóvenes se bajaron y corrieron por la ciudad y por un cerro, y fueron perseguidos a balazos.

Era correr o morir por las balas. Juan, Pedro y Julio, estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, contaron y dibujaron los momentos y los lugares que vivieron y la persecución de policías municipales y el ataque del grupo criminal Guerreros Unidos, la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre en Iguala.

Los sobrevivientes, por separado, rememoraron su salida de la escuela, las actividades que realizaron en el camino y los momentos de los ataques que dejaron a sus compañeros Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo en el piso abatidos por las balas de los sicarios después de la media noche. Al día siguiente se encontró a su compañero Julio César Mondragón asesinado y con la piel del rostro arrancada. Esa noche dos de ellos vieron que policías de Iguala se llevaron a decenas de sus compañeros, detenidos, a bordo de camionetas, que son los 43 detenidos-desaparecidos. Los tres pidieron que se les identificara con esos nombres para resguardar su identidad.

Los tres comparten la necesidad de estudiar en un internado para hijos de campesinos, tienen la ilusión de ser maestros. Juan y Pedro entraron a la institución en el ciclo escolar 2014-2015 tienen la característica del pelo a rape porque a los estudiantes de primero los rapan los de otros años como una tradición escolar. Julio va en segundo.

La tarde del viernes 26 una asamblea estudiantil decidió que una comisión de alumnos iría a Iguala a retener tres autobuses que serían utilizados para acudir a la marcha del 2 de octubre en la ciudad de México y para visitar comunidades de las siete regiones del estado donde realizarían prácticas docentes: “estudiar el entorno, mirar a los maestros dar clases y ayudar a los niños de lento aprendizaje, es lo que hacemos”, enfatizó Juan.

Tras la decisión salieron rumbo a Iguala alrededor de las 6 de la tarde, a bordo de dos autobuses de la línea Estrella de Oro, unos 80 estudiantes de primero e integrantes de la dirigencia estudiantil.

Juan, de 18 años, indicó que la escuela tiene un autobús que el gobierno del estado entregó y dos Urvan, pero éstos no son suficientes para trasladar a unos 140 estudiantes de primero a diferentes puntos del estado para realizar las observaciones académicas como parte de sus actividades en el internado.

Llegaron minutos después de las 7 de la noche al crucero de la carretera federal Chilpancingo-Iguala y Huitzuco. En el camino y sin que estuviera en los planes, los estudiantes realizaron una colecta para dar a los choferes de los autobuses una compensación económica por manejar mientras están retenidos, contó Pedro.

Ahí estuvieron no más de una hora, para después dirigirse a la central de Autobuses de Estrella Blanca, ubicada en la calle Arteaga entre Galeana y Altamirano en Iguala, donde previo aviso y acuerdo con los representantes de la empresa iban a tomar tres autobuses. Julio contó que desde hace tiempo hay un acuerdo con las líneas de autobuses: ante la frecuencia de las tomas de camiones por los estudiantes, ellos se comprometieron a la toma pacífica de éstos y a devolverlos sin daños.

Pedro de 20 años dijo que la decisión de ir a Iguala fue porque en Chilpancingo, que les queda más cerca de Ayotzinapa, a sólo 20 minutos, había desde un día antes presencia policiaca en los alrededores de la central de autobuses, y ese mismo viernes normalistas que iban a tomar un autobús fueron disuadidos por policías del estado que en un acto intimidatorio, les pidieron que se retiraran. Las notas periodísticas que se refieren a la presencia de los estudiantes y policías en la central de autobuses de Chilpancingo indican que éstos eran más que los alumnos, por eso para evitar confrontaciones con la policía previsibles en la capital, decidieron ir a Iguala por los tres autobuses.

El estudiante recuerda que una vez que llegaron a la zona urbana de Iguala justo donde se pone el retén de policías municipales frente a la entrada al fraccionamiento Villas del Rey, los efectivos que más tarde los atacarían no los revisaron ni los detuvieron, y los dejaron pasar en los dos autobuses.


EL PRIMER ATAQUE

Alrededor de las ocho de la noche los estudiantes a bordo de los autobuses, llegaron a la central Estrella Blanca donde estacionan los autobuses de la línea Costa Line, ahí previo aviso a los encargados de la empresa, procedieron a retener tres camiones, uno perteneciente a Estrella Roja, y dos a Costa Line. El primer autobús con unos 24 estudiantes y el autobús de Estrella de Oro que partió de la escuela, salieron en dirección a la calle Ignacio Manuel Altamirano hasta llegar al Periférico Sur.

Mientras dos autobuses de Costa Line y uno de Estrella de Oro, este último en la retaguardia, por su ubicación salieron por la calle Hermenegildo Galeana que cuadras adelante toma el nombre de Juan Álvarez. Pasaron frente al Zócalo de la ciudad donde la esposa del alcalde, José Luis Abarca Velázquez, María de los Ángeles Pineda, rindió su segundo informe de labores y se celebraba un baile para los invitados. Los estudiantes, en los tres autobuses pretendían salir al Periférico Norte, recordó Julio de 22 años, quien iba en el último autobús, del que minutos después bajaron los policías a la mayoría de los 43 estudiantes para someterlos y llevárselos en patrullas y que ahora están desaparecidos.

Julio relató que al momento de pasar frente al Zócalo, policías municipales en cinco patrullas siguieron a los tres autobuses. Recordó que le dijo al chofer “písele” pero le respondió que no podía manejar a prisa porque la calle es angosta y el autobús tiene un límite de velocidad.

Adelante del Zócalo “bajé del autobús para hablar con los policías y fue cuando nos empezaron a tirar de balazos, primero en los pies y luego dispararon a los autobuses. (…) Subí a los compañeros que bajaron del autobús conmigo, cuando vi que ya no faltaba nadie, me pasé al primero” para presionar al primer chofer de ir más rápido.


Marcha nacional por la desaparición
de los normalistas de Ayotzinapa
EL SEGUNDO ATAQUE

Iban llegando a la esquina de la calle Álvarez y Periférico Norte alrededor de las 9 de la noche, cuando vio que una mujer policía atravesó una patrulla en medio de la calle y se retiró con otros policías. Julio bajó con otros estudiantes y apedrearon la patrulla para que la quitaran, y otro alumno trató de arrancar el carro para moverlo pero no pudo y entre todos trataron de empujar el automóvil pero no pudieron moverlo. Fue entonces cuando escuchó las detonaciones y sintió pasar las balas cerca de su cuerpo.

“Es cuando vimos cómo cayó nuestro compañero Aldo Gutiérrez (que estaba en la calle, frente al autobús), le dan un balazo en la cabeza, y es cuando todos nos hicimos para atrás. Incluso yo me metí abajo del autobús porque las balas pasaban cerquita”.

Después recordó que él y otros 15 normalistas quedaron en medio del primero y segundo autobús, ambos de Costa Line. “Después un compañero se arrimó a Aldo; le puso su playera en la cabeza y aún así los policías siguieron tirando balazos”.

Julio dijo que en dos ocasiones marcó al 066 para pedir una ambulancia para que atendieran a Aldo, pero la operadora le dijo que no sabía dónde estaba la dirección que proporcionó ni las señas del lugar, “¿para qué la quieren?, ¿de dónde son?, ¿a qué vinieron?, ¿porqué quieren la ambulancia?”, fueron las preguntas que la operadora hizo, “sólo dio largas para no mandar la ambulancia”, es su conclusión.

Después decidió hablar a un familiar de Iguala quien pidió la ambulancia y ésta llegó unos 40 minutos después del ataque. Los propios policías le advirtieron a los paramédicos que sólo levantaran al primer herido, Aldo, a quien en un momento dieron por muerto, quien se encuentra en estado de coma.

El estudiante sentado en el patio central de la Normal Rural, de mirada congelada, un tanto nervioso dijo: “los policías nos tiraron como si fuéramos narcotraficantes. ¡Nos tiraron a matar!”. Dos de los estudiantes que dieron su testimonio dicen que fueron como 400 disparos que tiraron los policías en esa segunda balacera y quedaron varios estudiantes heridos.

Relató que unos 10 minutos después del segundo ataque llegaron tres patrullas tipo Ram doble cabina y que “fue cuando un comandante quería dialogar con notros, de manera ofensiva nos dijo; a ver hijos de la chingada vamos hablar. Le insistimos que tiraran sus armas para poder dialogar”. Después el mismo oficial les dijo: como quiera ahorita los voy venir a levantar, “se me hizo raro. Fue cuando vimos que a los compañeros –del tercer autobús, de Estrella de Oro, el que iba a la retaguardia, con los alumnos de primero– los empezaron a subir –a esas patrullas y a otras que habían llegado– con las manos en la cabeza”. Minutos después las patrullas arrancaron y en ellas se llevaron a sus compañeros detenidos.

Recordó que después de que se llevaron a los estudiantes en las patrullas, los policías se retiraron. Los estudiantes que estaban escondidos comenzaron a salir de sus refugios. En el lugar quedaron decenas de cartuchos percutidos de diferentes calibres, 9 milímetros y de AR-15.

Juan que iba en el primer vehículo, quedó atrapado al igual que Julio entre los dos primeros autobuses, vio cuando los policías subieron a unos 35 estudiantes en las cinco patrullas que los siguieron desde el Zócalo, las que identificó con los números 018, 020, 023, 027,028 y la 302. Después dijo que no recuerda nada, “era correr o morir por las balas”. Antes de correr vio a los policías municipales levantar varios cartuchos percutidos.


Fue hasta las 3:30 de la mañana cuando peritos de la
Procuraduría General de Justicia
del Estado, llegaron al lugar
TERCER ATAQUE

Alrededor de las 12:30 de la noche cuando los estudiantes que estuvieron en los primeros dos ataques, acompañados por dirigentes de la Normal de Ayotzinapa que llegaron para ayudarlos y maestros de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG), estaban dando entrevistas a reporteros, les dispararon nuevamente. Los disparos provenían del lado oeste del Periférico, segundos después unos hombres con rostros cubiertos se apostaron de frente, donde estaban los autobuses y siguieron disparándoles.

Una de las dos Urvan que pertenece a la escuela en la que llegaron los dirigentes tras el segundo ataque, fue baleada y quedó con los vidrios rotos.

“Todos corrimos en sentido contrario a la calle Álvarez a salvarnos, me escondí con cinco compañeros en un terreno baldío. Ahí estuvimos hasta que amaneció, los compañeros que estaban en el Ministerio Público nos dijeron que fuéramos ahí, agarramos un taxi y nos llevó hasta allá”, expresó Julio.

El primer ataque fue alrededor de las 9 de la noche y minutos después el segundo. Desde ese momento y hasta la 1:30 de la madrugada del sábado 27, no llegó ninguna autoridad, ni policías ni soldados. Entre el primer ataque y el tercero, hubo tres horas en las que ninguna autoridad llegó para intervenir y evitar el tercer ataque , a las 12:30. Cuatro horas después (1:30 am) llegaron tres patrullas del Ejército que resguardaron la zona, mientras esperaban a los peritos de la Procuraduría del estado.

Fue hasta las 3:30 de la mañana cuando peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado, llegaron al lugar, pero fue después de las 5 de la mañana cuando los cuerpos de los dos estudiantes asesinados en la tercera balacera, Julio César Ramírez Nava y Daniel Solís Gallardo fueron trasladados al Servicio Médico Forense.

VIERON UN AUTOBÚS CON UN CHOFER HERIDO

Pedro no estuvo en los tres ataques. Él iba en uno de los dos autobuses que se adelantaron y salieron al Periférico Sur. Relató que al llegar a la carretera uno de sus compañeros recibió una llamada por celular que avisó que sus compañeros que iban en los tres autobuses que estaban tratando de salir de Iguala, habían sido agredidos por policías municipales y pedían que los socorrieran.

Los estudiantes en los dos autobuses que se habían adelantado dieron vuelta en la carretera para regresar a Iguala. Trataron de llegar al Periférico Norte, pero tres patrullas les cerraron el paso a los autobuses. Los estudiantes se bajaron de los dos camiones, y de inmediato los policías les apuntaron directo al pecho.

“Colocaron las lámpara en sus caras para no reconocerlos (los estudiantes corrieron) y fue cuando nos empezaron a seguir”, dijo el normalista.

De los 14 alumnos que iban en el autobús, un grupo de cuatro corrió hacia el cerro, Pedro y otros nueve corrieron rumo a la avenida Dr. Arturo Beltrán Ortega, cruzaron el puente elevado que está al lado del Tecnológico de la ciudad, ahí el grupo de estudiantes, de acuerdo con la declaración de Pedro, vieron al chofer de un autobús Estrella de Oro herido y una patrulla al lado. Él cree que los policías pensaron que era uno de los camiones que habían retenido y dispararon, pero “ahí iban civiles, de eso nadie ha dicho nada”.

Pedro corrió con sus compañeros, relató que se refugiaron en un terreno baldío donde permanecieron toda la noche bajo la lluvia y fue en la mañana cuando sus compañeros que estaban en el Ministerio Público de Iguala se comunicaron y les indicaron el lugar donde estaban. Minutos después una patrulla de la Policía Ministerial los recogió y los llevó al Ministerio Público donde declararon y relataron los hechos, como a las 7:30 de la mañana del 27 de septiembre.

Del ataque de policías a estos dos autobuses ­­–el cuarto y quinto de los que salían de Iguala el 26 de septiembre con estudiantes de Ayotzinapa– se supo por notas periodísticas que hablaban de que se oían disparos por diversas calles de la ciudad, cerca del mercado, de una tienda Aurrerá, de un Oxxo, por el Periférico, en la calle Álvarez.

Durante la plática los estudiantes dibujaron en una libreta los lugares donde se encontraban al momento de los ataques.

FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: REDACCIÓN/ Jacob Morales Antonio.
LINK: http://www.sinembargo.mx/13-10-2014/1141794.

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