miércoles, 3 de septiembre de 2014

‘Besamanos’ y día del presidente, inalterables en el ‘nuevo México’

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA.

MÉXICO, D.F. (apro).- Palacio Nacional viste las galas rituales de cada 1 de septiembre, aunque esta vez se aplazó 24 horas pero, aun así, no pierde su carga simbólica. Es el día del triunfalismo, el día de los datos que se ofrecen como “resultados” de gobierno, el día que históricamente ha sido el del presidente de la República.

Alterado el monumento histórico, sus canteras virreinales y los murales apenas son distinguibles bajo el falso plafón soportado por los andamios cubiertos con una también cantera postiza, en pretendida armonía arquitectónica.

Esta vez, el presidente Enrique Peña Nieto no sólo presentará datos sino promesas, compromisos, algunos ya ofrecidos con anterioridad, pero a mayor detalle anunciará la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México, cuatro veces más grande que el actual; ampliará cuatro líneas del Metro, para luego insistir en las obras de infraestructura que planea realizar.

Sobre todo hablará en términos generales de la implementación de las reformas conseguidas en los últimos 21 meses, que convierten a México “en una potencia emergente en ascenso”.


El patio central del Palacio luce atestado. Una mampara es flanqueada por dos pantallas gigantes. Bajo la mampara izquierda esperan sonrientes los gobernadores de los estados, bajo la de la derecha, el gabinete y los representantes de los poderes Legislativo y Judicial. En la primera se puede leer el motivo de la concentración: Segundo Informe de Gobierno; en la segunda, una cuenta regresiva anuncia el tiempo que falta para que inicie el acto.

La elite económica y política del país se dio cita esta mañana para escuchar el mensaje que el presidente dirigirá a la nación, teniendo como testigos a los connotados asistentes, entre quienes destacan prácticamente todos los miembros del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, aquellos que integran las listas de mexicanos más ricos del mundo o de más influyentes del país.


La lista es larga pero predecible: Carlos Slim y sus vástagos; los descendientes del clan Garza Sada; Emilio Azcárraga; Bernardo Quintana Isaac; Claudio X González… Los consentidos de la administración, Roberto Alcántara y Alonso Ancira Elizondo. En fin, están ahí los hombres que aspiran a participar o participan ya del presupuesto para infraestructura, telecomunicaciones y energía, sectores que históricamente han sido su fuente de poder y riqueza.

Está ahí el presidente, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva Meza; y los perredistas que este periodo dirigirán la Cámara de Diputados, Silvano Aureoles, y de Senadores, Miguel Barbosa. Las cámaras que han aprobado las reformas sobre las que hoy informa el presidente. La izquierda mexicana recibirá un reconocimiento del mandatario al iniciar su mensaje.

Los poderosos se encuentran en este lugar como viejos conocidos, sean líderes religiosos o dirigentes gremiales. En las estancias de la influencia y la proximidad con el jefe de Estado, el obispo ortodoxo Antonio Chedraui conversa amenamente con el dirigente petrolero Carlos Romero Deschamps.

Al mediodía, la cuenta regresiva ha terminado y momentos después las pantallas gigantes transmiten la puerta del despacho presidencial, por la que sale Peña Nieto con paso apurado, caminando entre la guardia de honor que montaron los cadetes del Heroico Colegio Militar. Su aparición en pantalla arranca un aplauso que se prolonga por varios minutos, hasta que el titular del Ejecutivo federal toma su lugar para rendir honores a la bandera.


El aplauso no cede. El presidente cruza los brazos a la altura del pecho, los descruza y los extiende ofreciendo las palmas al cielo. Una vez, otra y otra. Los ademanes se empiezan a notar mecánicos, entonces extiende un solo brazo, aparentemente saludando a un conocido entre los asistentes. Luego, vuelve a cruzar sus brazos a la altura del pecho y a extenderlos, una vez, otra y otra…

Ciclo reformador

Si no fuera porque todos los presentes saben que este es el informe que por orden constitucional debe rendir el presidente de México, cualquiera podría pensar que se trata de un informe legislativo.

El mensaje dura una hora con 27 minutos. Tal vez menos si se restan aplausos. Pero en tiempo efectivo, Peña Nieto destinó hoy 32 minutos a hablar de las 11 reformas aprobadas por el Poder Legislativo.

Hace un año, el presidente debió confinarse en un estacionamiento de la residencia oficial de Los Pinos. Los maestros inconformes con la reforma educativa habían acampado en el Zócalo de la Ciudad de México. El mensaje generó incertidumbre, pues la obligación constitucional es de informar pero no necesariamente realizar un acto para la apoteosis. Se planteó en el Campo Marte, pero finalmente se realizó en una explanada de Los Pinos.

Las protestas intentaron aproximarse y fueron violentamente replegadas. Pero eso es el pasado. Esta concentración en Palacio Nacional es diferente y ya no hay camiones, lonas ni pancartas, ni se aspiran los vapores de potajes y el aroma de aceite comestible, ni se observan desvencijados autobuses provenientes de Oaxaca, Guerrero, Michoacán o el Estado de México. Ni se escuchan cohetones ni un trovador canta sus protestas en deficientes altavoces.

Para saludar al jefe de Estado están los titulares de los poderes, el gabinete legal y ampliado, visitados esta vez por hombres cuyas fortunas juntas suman cientos de miles de millones de dólares que han saturado con sus vehículos y los de sus escoltas el estacionamiento de Palacio.

Para mayor comodidad, ya sin maestros ni manifestantes, el Zócalo es un gran estacionamiento de comitivas. Caminantes del centro, vecinos, comerciantes, dependientes, turistas… nadie puede flanquear el espacio público más emblemático de la historia nacional que, por primera vez en su historia, se ha convertido en plancha de valet parking.

Para el presidente Peña Nieto, México ya cambió.

Y el cambio se patenta, al menos, en el sello que cada presidente ha impuesto a sus programas sociales. El vetusto Procampo, ahora es Proagro y, en lo social, esta gestión no pretenderá distinguirse por la Cruzada Nacional contra el Hambre, sino por Prospera, fonéticamente parecido al Progresa implementado durante la administración de Ernesto Zedillo para borrar el nombre del salinista Solidaridad.

Las resonancias del pasado se plantean en expresiones de la añeja retórica priista sin citar a sus autores: “La mirada puesta en el futuro”, decía Jesús Reyes Heroles como hoy dice Peña Nieto; “un cambio con rumbo”, dice el presidente, exactamente igual que como ofreciera en campaña Luis Donaldo Colosio.

Constantes referencias al “cambio”, como prometía Vicente Fox hasta en la publicidad oficial, o aun el más reciente “Ciudad en movimiento” de Marcelo Ebrard, que resuena en el “México en movimiento” de Peña Nieto.

En el nuevo México de Peña Nieto, las expresiones del pasado resurgen como novedad.

Hasta la Fórmula Uno

Los cinco ejes de su administración, delineados el día de su toma de posesión, son la guía del Informe. Concatenados con las 11 reformas aprobadas, incluida la laboral en los albores del sexenio calderonista, dan pie a la exposición de cifras.

De la laboral, hace 10 meses que no hay huelgas y ahora existen mejores condiciones de empleo, que está en aumento, según los datos presidenciales.

De la de competencia económica, ahora otras empresas pueden entrar a nuevos mercados.

De la de telecomunicaciones, más o menos lo mismo que se ha dicho desde su presentación, discusión y aprobación en la publicidad oficial: que no se cobrará larga distancia, mayor duración de saldo, cambio de empresa telefónica, televisión digital, nuevos canales…

La hacendaria se plantea con una admisión. Peña Nieto sabe que se ha cargado más a los mexicanos, pero lo importante es que hay un programa de regularización fiscal para que pequeños negocios dejen la informalidad.

Y claro la energética, que se logró por aquellos que se “atrevieron” a vencer ataduras, inercias, resistencias…

Los datos se ofrecen en complejidades no necesariamente comparables: 7.01 millones de mexicanos comen mejor según el presidente. En otras sí: se amplió en 255 mil familias el padrón de beneficiarios de Oportunidades.

México en paz, prometió Peña Nieto. Hoy, dice que 84 de los 122 delincuentes más peligrosos ya no son amenaza para el país; se redujo el homicidio en 27.8% en lo que va del año; se redujo el robo en sus diferentes modalidades y, más cauteloso, sólo en 7% el secuestro y 20% la extorsión.

También disminuyeron las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en 41.6%, un margen que se agranda respecto de las fuerzas armadas, que se constriñó en 87.5%. Misma fórmula sin parámetros, pues no se dijo cuántas quejas se interpusieron independientemente del resultado.

En fin, la danza de los datos sigue recorriendo cada rubro gubernamental, inclusive hasta para anotar como un logro en la política deportiva del Estado el regreso de la Fórmula Uno al país…

Pero son los anuncios de ampliación de cuatro líneas del Metro y la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México los que arrancan aplausos.

Los pormenores del nuevo aeropuerto se anunciarán mañana, pero de entrada se sabe que se construirá junto al lugar que ocupa hoy; que será cuatro veces más grande y será uno de los más grandes del mundo y que, finalmente, parece ser la obra pública que marcará a la actual administración.

Peña Nieto insiste en lo que ha dicho desde el 11 de agosto: se acabó el ciclo reformador y ahora sigue implementar las reformas. Pero México ya cambió y está en la ruta correcta para su crecimiento y desarrollo económicos.

El eco del Informe

El presidente Peña Nieto ha concluido su mensaje y los representantes de los poderes Legislativo y Judicial vuelven al centro escoltando al mandatario. Cantarán el Himno Nacional y, momentos después, Peña Nieto recibirá la ovación.

Una vez más vuelve a cruzar sus brazos a la altura del pecho, descruza y extiende los brazos al frente con las palmas de cara al cielo. Repite el gesto y v saluda a un pretendido conocido con una mano, para volver a cruzar, descruzar, extender y volver a cruzar sus brazos.

Los jefes de los poderes le tienden su mano y con los abrazos que caracterizan a la clase política, las palmadas se prodigan, mientras un presidente sonriente alza las cejas como en señal de sorpresa, apunta hacia a algún asistente que está fuera de su alcance, dándole a entender que lo ha visto.


Una breve música se escucha en el fondo, mientras el presidente se aproxima a los billonarios mexicanos. Tiende su mano a Slim y a Azcárraga, que corresponden sonrientes. El reportero Eduardo Miranda observa la escena: Slim y Azcárraga evitarán cruzarse entre sí.

Francisco Labastida, el derrotado candidato del PRI en el 2000, sale apresurado sin despedirse de nadie y, detrás de él, poco a poco, el patio se va desalojando con mayor rapidez que lo que dura el desalojo de las comitivas en el Zócalo que por momentos entrarán en caos.

Un gobierno reactivo: las redes sociales hacen eco del Zócalo convertido en estacionamiento y, más tarde, la Presidencia culpará a los encargados de estacionar vehículos de asumir esa “decisión equivocada”, aunque ofrecerá una disculpa.


Oficialmente, el día del presidente ha terminado.

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