lunes, 21 de abril de 2014

“¿Aritmética adulterada?”

FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS (REFORMA)
AUTOR: DENISE DRESSER.

Los datos de criminalidad en México han bajado de forma importante, según informa el gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto, sin embargo los datos no son creíbles, considera la politóloga Denise Dresser en un artículo publicado este lunes en Reforma.

En la feria del libro en Guadalajara, Enrique Peña Nieto no podía contar tres libros que marcaran su vida. Por lo visto su administración tampoco puede contar los asesinatos de manera creíble. Los datos sobre la supuesta caída en el número de homicidios violentos cometidos en el país desde que asumió el poder simplemente no cuadran.

Pero Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, presume la disminución de la violencia. Monte Alejandro Rubido García, comisionado Nacional de Seguridad, lo hace también. Mil homicidios menos en el mes de enero, informan. Una disminución del 16.1% en el homicidio doloso, celebran.

Michoacán convertido en un estado fallido, el Estado de México convulsionado por el crimen, la extorsión ya epidémica. Pero por lo menos los homicidios han caído, proclama el gobierno con orgullo.



Sin embargo, como pregunta Alejandro Hope, del IMCO, los números ostentados por el gobierno generan suspicacia. ¿Cómo se explica la caída tan estrepitosa de homicidios en el primer mes de la administración de Peña Nieto? ¿La caída se debe a la eficacia gubernamental o a que alguien no sabe contar? ¿Cómo entender que las cifras de homicidios con arma de fuego se mantienen estables, mientras que disminuyeron los muertos a pedradas, a empellones, con tubos, sillas o candelabros, a golpe limpio, por envenenamiento intencional, ahorcados con cuerda o asfixiados con almohada, arrojados desde lo alto de un edificio o en la cima de un risco?

¿Será que la política de seguridad nacional de Peña Nieto está enfocada a reducir los homicidios por candelabros? ¿Cómo creer que los argumentos del gobierno sobre la disminución de decesos asociados con el crimen organizado son ciertos, cuando no hay una reducción en el número de homicidios relacionados con él: los cometidos con armas de fuego? ¿Cómo explica el Presidente que su política de seguridad ha prevenido las muertes con palos, pero no con pistolas? ¿Será que están contando mal, clasificando mal, midiendo mal? ¿Usando cifras para fabricar un éxito que dista de serlo? ¿Qué pensar de este revoltijo, de esta confusión, de esta presentación poco aseada de cifras inexplicables?

Tal vez como lo hizo cuando fue gobernador del Estado de México y fue detectado por la revista The Economist en su momento, Peña Nieto continúa manipulando los datos de la criminalidad con fines políticos. En aquella ocasión la revista inglesa se refirió a la reducción espectacular en la tasa de homicidios anunciada por el mexiquense como “una falsedad absoluta”. El semanario esclareció que la nueva metodología de clasificación de homicidios -midiendo datos antes y después del 2007 de diferente manera- llevaba a resultados que calificó como un “disparate engañoso”. Expuesto de esa manera, Peña Nieto no tuvo más remedio que reconocer su error.

Y así como manipuló la información sobre la criminalidad en el pasado, está manipulando las cifras ahora. Así como trató de maquillar ayer, trata de maquillar hoy. Falta explicar por qué los datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública difieren tanto de los datos del INEGI, institución autónoma del gobierno. Falta explicar por qué el excedente de cuerpos contados por las fuentes del INEGI entre 2008-2012 supera el número de homicidios contabilizados vía averiguaciones previas del SNSP en 18,207; en pocas palabras hay 18,207 muertos que el gobierno no reconoce o cuenta. Falta explicar por qué, según el INEGI en 2013, 61.9% no denuncia por considerarlo una pérdida de tiempo y en el 53.2% de los casos denunciados no pasó nada. En 2011 esta cifra fue 53.3%. En 2013 fue 53.2%. El gobierno de Peña Nieto fue sólo .01% más eficaz.


Puede ser que la tendencia de los homicidios va a la baja, pero con estas cifras hay poco de qué congratularse todavía. Una parte considerable en la caída es explicada por muertes provocadas por “otros” y “sin datos” en lugar de armas de fuego. Una parte importante de la disminución se explica por dinámicas locales en Monterrey, Ciudad Juárez y La Laguna, y no como resultado de una estrategia gubernamental eficaz a nivel nacional. El número de homicidios -según datos siempre “sujetos a revisión”- cae, pero de niveles muy altos: entre 22,000 y 24,000 homicidios por año cuando Estados Unidos tiene 15,000. En 2012, el INEGI reportó un promedio de 20,000 homicidios al año. 55 personas asesinadas al día. 2 personas muertas por hora. De allí venimos. De un país que sabe matar, y en el cual el gobierno no sabe o no quiere o no puede contar. Y en lugar de ponerse a hacerlo, prefiere seguir maquillándose.

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