miércoles, 15 de enero de 2014

Gas shale en México, la gran tentación de EE.UU. y Canadá

FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0
AUTOR: RAÚL LINARES.

A unas semanas de haberse aprobado y publicada la reforma energética en el Diario Oficial de la Federación, buena parte de las preocupaciones ciudadanas han girado en torno a la privatización del petróleo. No obstante, la disputa en torno a los recursos naturales, no sólo excede la incursión del sector privado en la extracción de crudo. A él también se le suma la explotación del gas shale, del que México mantiene la cuarta reserva a nivel mundial.

De hecho, la llamada “revolución energética” ha tenido como incentivo este recurso a nivel global, encabezada principalmente por los Estados Unidos y Canadá; una de las excusas que llevaron a los legisladores del PAN y el PRI a ver oro en estado gaseoso.

El panorama en este rubro, sin embargo, se muestra opaco: ante los gastos de producción, bajos costos de comercialización y el poco desarrollo tecnológico del país en el sector minero, los únicos potenciales inversores serán quienes ya han anticipado considerables ventajas. Por si fuera poco, las compañías extranjeras dedicadas a este rubro, hoy mantienen casi el 95 del mercado, pagan irrisorias cantidades a la nación por la extracción de metales y piedras y mantienen un emporio tecnológico del que el país está al margen. 



Las firmas canadienses mantienen la ventaja.

La pregunta en ciernes es: ¿quién ganará esta guerra de muy bajo perfil en la que, paradójicamente, México tiene desde hoy un papel secundario?

¿Los milagro llamados shale gas?

De acuerdo a un informe presentado por la U.S. Energy Information Administration –en el que se han basado parte de las tentaciones energéticas en el país–, México tiene actualmente las cuartas mayores reservas de piedra de lutita a nivel global. Reservas que ascienden a un potencial de 683 billones de pies cúbicos de gas no convencional que se encuentra en rocas, de los cuales 681 billones son yacimientos de shale gas.

El procedimiento más común para la extracción de este recurso se basa en la técnica de la “perforación hidráulica” (fracking, por su nombre en inglés), un método de ruptura del sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo por medio de agua a presión, y que, mezclado con materiales metales pesados e incluso sustancias tóxicas, liberan el hidrocarburo atrapado en el subsuelo, según información de la Alianza Mexicana Contra el Fracking.

Estudios realizados por Pemex en el 2010, sostiene que la nación alberga cinco provincias donde se concentran las mayores reservas: la primera se ubica en el estado de Chihuahua; la segunda en el corredor Sabinas-Burro-Picachos (entre los estados de Sonora-Coahuila), la tercera en la llamada cuenca de Burgos (Nuevo León-Tamaulipas); y la tercera en Tampico-Misantla y Veracruz, que, sumados arrojan un área prospectiva de 43,000 km2.

Éstas dos últimas, huelga decir, están enclavados en una zona de enfrentamiento entre grupos rivales del narcotráfico, por lo que sus consecuencias ecológicas y sociales aún son imprevisibles.

La “revolución energética”

El modelo de extracción vía “perforación hidráulica”, aplicado primordialmente en los Estados Unidos (EE.UU), ha producido notables beneficios económicos a dicha nación; a decir verdad –sostienen especialistas en la materia– nuevamente los ha colocado en una notable ventaja geopolítica al haber reducido su dependencia hacía Medio Oriente.

Hoy por hoy, el país del norte es autosuficiente en gas. Según cálculos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), gracias a esta peligrosa incursión, en poco tiempo podría convertirse en un potencial exportador de crudo. Incluso, dicho organismo confirmó que al deshacerse de su dependencia a la importación de hidrocarburos, en el periodo del 2025 y el 2030, además de afirmar su independencia energética, obtendrá excedentes dedicados exclusivamente a la exportación.

Por lo menos en el año 2012 garantizó que un 39% de su producción de hidrocarburos en estado gaseoso se obtuvieron mediante en el fracking.
“Por tanto, Norteamérica obtiene una ventaja energética sobre los demás y, encima, reduce su dependencia respecto de Oriente Medio (lo que explica el acercamiento al régimen iraní, otorgándole un papel de futura potencia estabilizadora de la zona, mientras inicia su repliegue pese al enfado de sus aliados tradicionales, Israel y Arabia Saudita)”, escribió el columnista Albert Cano del diario La Nueva España.

La competencia a nivel global

Tres son los principales países que actualmente se han lanzado a la “revolución energética”. Los resultados indican, al mismo tiempo, una competencia por la hegemonía económica a nivel mundial. Estados Unidos mantiene el 39% de su producción de gas seco, es decir, que no está asociado con yacimientos de petróleo; le sigue Canadá, con el 15%; por último, se encuentra China con apenas el 1% de su producción total.

Buscarle un antecedente a esta competencia no es relativamente difícil.

Buena parte de las experiencias que derivaron en el surgimiento del modelo neoliberal a partir de la década de los setenta, estuvo basada el bloqueo que varios países de Medio Oriente (Irak posteriormente pagó la factura) para no exportar petróleo a países que habían apoyado a Israel en la guerra de Yom Kipur. Uno de los afectados fue, sin duda, Estados Unidos, que comenzó a registrar niveles inflacionarios no observados desde la década de los treinta.

La decisión tomada en conjunto, reveló que el crecimiento económico de los países industrializados –a la que el mismo historiador Eric Hobsbawm llamó “los años dorados”–, estaba basado en el auge petrolero de regiones periféricas. Pero hoy al mostrar que relativamente han reducido su independencia a la energía a éstos, podrán demostrar que bajarán su activismo en Medio Oriente y la buscaran de nuevos actores leales como México.

¿No de eso se trataba también la reforma energética?

Las “oportunidades” panistas

Parte de las discusiones que guiaron la aprobación de la reforma energética en diciembre pasado, se basaron en el argumento de que el país se encuentra en una encrucijada de peligro económico. De hecho, varios funcionarios y especialistas en el tema, han hablado de los “riesgos” que México padecería en caso de no “enfrentar los retos” que impone la llamada “revolución energética” basada en la extracción de gas shale.

Jordy Herrera, ex secretario de Energía durante la administración de Felipe Calderón y encargado de presentar la propuesta de ley encabezada por el Partido Acción Nacional (PAN) –propuesta en la que se estructuró las reformas a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución mexicana–, expuso, que en caso de no incursionar en la extracción de recurso, “perderemos competitividad” y se aumentará la dependencia hacía el petróleo cada vez más volátil.

En el mismo tenor, añadió en tono afirmativo: “Si no aprovechamos esta oportunidad histórica, el riesgo es que vamos a perder competitividad. De lo que se trata hoy es que México se encuentra en la región más barata del mundo en precios de energía y debemos de aprovecharlo para que haya más empresas nacionales, y también que vengan otras empresas a instalarse en el país, para crear empleos, para crear riqueza, y esta es la oportunidad a la que nos referimos”.

A su vez, aceptó los peligros que el cambio conlleva, pero auguró beneficios enormes: son “decisiones riesgosas, sí, pero con beneficios extraordinarios”, expuso.

La cruda realidad

Durante años, el enorme peso de la burocracia, la sobre explotación económica y corrupción dentro de Pemex, impidió que la empresa paraestatal pudiera crecer y expandirse hacia otras áreas estratégicas de las que hoy mantiene desventaja. En este expolio participó la clase política, el precario desarrollo económico que hiciera respirar las finanzas estatales, un inmenso sindicato que a menudo ha solido demostrar su implicación en actos de corrupción y el abandono en autogestión de procesos químicos y refinamiento.

Huérfano de diversificación, parte de los pretextos que encabezó el ejecutivo, el senado, los congresos federales y locales, ha sido la poca competitividad que el mismo aparato gubernamental fomentó por años. Sin culpas de por medio, gritaron a los cuatro vientos que la competitividad recaerían en ceder a la inversión privada, dividendos e inversiones en la exploración, extracción, explotación de crudo, refinamiento y comercialización del petróleo y sus derivados. Entre ellos, el de las transformaciones futuras.

En relación a la explotación de shale gas-oil, recientemente, Roberto Charvel, fundador del fondo especializado en industrias extractivas Vander Capital, interesado en extracción de gas grisú, alertó que México no podrá enfrentar estas transformaciones energéticas, dado que los precios de gas de lutita son bajos en el mercado y altos en materia de producción. Por lo tanto, en éste rubro, sólo podrían invertir aquellos que ya han desarrollado capacidades logísticas y tecnológicas y potencial de inversión.

¿Y el país lo tiene?

“En cuanto al shale gas, se requiere de grandes inversiones para su extracción, además de ser un negocio de bajos márgenes de rentabilidad derivado de los bajos precios a los que se comercializa (cerca de 3.5 dólares por millón de BTU en EU), por lo que serán únicamente los grandes corporativos con filiales en infraestructura los que pudieran estar interesados”, apuntó.

Las mineras ganadoras, ¿quién se quedará con el pastel?

De acuerdo a Alejandro Werner, director de la Región de Occidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el marco del seminario “El auge de la Energía en América del Norte”, expresó que ya existen empresas transnacionales y nacionales interesadas en la penetración del shale mexicano: “hay compañías e inversionistas con la voluntad para entrar a explotar este recurso y claramente representa una oportunidad que puede impulsar a la economía mexicana”, dijo, sin precisar cuáles.

Casi secundándolo, Erick Legorreta, colaborador de la revista Forbes y  presidente de la Asociación Mexicana de la Industria del Petróleo (AMIPE), publicó a mediados de noviembre del año pasado, que se había reunido con un congresista norteamericano el cual le aseguró que casi 500 empresas norteamericanas ya estaban interesadas en invertir.

“En una reunión que sostuve con el congresista demócrata por el estado de Texas, Richard Peña Raymond —con gran experiencia en temas energéticos— me comentó que hay más de 500 empresas estadounidenses, independientes, trabajando en la exploración de pozos de gas shale que están interesadas en entrar al mercado mexicano en asociación con empresas nacionales para explotar estos recursos de este lado de la frontera.”

Aunque hasta el momento el poder legislativo y ejecutivo no han delineado las leyes secundarias que pondrán las reglas del juego, la correlación de fuerzas económicas apunta que el competidor más idóneo para participar en el auge del gas seco mexicano, serán ni más ni menos que las empresas canadienses las cuales ya tienen ventajas en el sector minero nacional.

Hoy suman 207 empresas y 74 por ciento del mercado nacional. A ésta le sigue Estados Unidos con 43 empresas, China con ocho, Australia con seis y Japón con cinco, según información del Sistema Geológico Mexicano. Las cuales, por si fuera poco, actualmente pagan irrisorias cantidades al Estado mexicano por sus actividades comerciales.

Información dada a conocer por la reportera Alina Rosas Duarte, de Revolución Trespuntocero, recientemente publicó que a la problemática se suma el cuasi nulo pago de dividendos por parte de consorcios transaccionales mineros, ya que aportan casi 5.70 pesos por el uso de una hectárea durante el primer año de operación, 8.52 pesos durante el tercer y cuarto año de vigencia de la concesión y 124 pesos con 74 centavos durante el décimo año.


Éstos, mantiene tasas de gravámenes muy bajos, apenas de 0.26%.

No hay comentarios:

Publicar un comentario