lunes, 6 de enero de 2014

El fiasco del TLC: menos empleo, menos salario, más pobreza

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ÁLVARO DELGADO.

MEXICO, D.F. (apro).- Igual que lo hace Enrique Peña Nieto con la reforma energética, Carlos Salinas –su mentor– prometió que México se transformaría en un paraíso con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Pero fue –es– una monumental mentira.

A dos décadas de su entrada en vigor y luego de los gobiernos de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón –de distinto partido, pero idéntica concepción económica y política–, el TLC no cumplió lo que la propaganda oficial y oficiosa difundía.

Ni siquiera en el rubro de las exportaciones mexicanas hay buenos resultados, porque si bien crecieron espectacularmente durante dos décadas –lo que suelen destacar los panegiristas del TLC–, hay una concentración en muy pocas empresas, la mayoría trasnacionales, y su contenido en insumos es… estadunidense.



Tal como lo documentó el reportero Carlos Acosta, en el número de Proceso en circulación, con base en cifras oficiales, con el TLC la economía no creció como se prometió, no se crearon los empleos suficientes ni los salarios se recuperaron, no se frenó la migración ilegal a Estados Unidos, no se abatió la desigualdad social ni se redujo la pobreza.

Fue –es– un gran fiasco. Por ejemplo, no hubo “más y mejores empleos”, como prometió Salinas, el salario se erosionó 30% y creció el número de pobres.

Sobre el desempleo, Acosta detalla en Proceso: “En 1994 había una población ocupada de 28 millones 166 mil personas. De ellas, sólo 10 millones 71 mil –es decir, casi 36%– estaban aseguradas por el IMSS. Trabajos formales, pues. El resto, poco más de 18 millones 45 mil eran trabajos sin seguridad social ni protección laboral, o sea, informales.

“Para 2013, con las últimas cifras del Inegi y del IMSS, la población con trabajo era de cerca de 46 millones 577 mil personas. De ellas sólo 16 millones 773 mil –33.8%– correspondían a empleos formales; el resto, poco más de 32 millones 800 mil, eran informales.

“Es decir que en 2013 había casi 14 millones 760 mil mexicanos más en la informalidad que en 1994. De otra forma: actualmente sólo hay 6 millones 702 mil empleos formales más que en 1994, lo que da como resultado que apenas se crearon en promedio 353 mil empleos formales por año, en lo que va del TLC, apenas un tercio de lo que anualmente se demanda.”

Añade Acosta: “En materia de salarios también hubo pérdida en la era del TLC. El salario mínimo real, es decir ya descontado el efecto inflacionario, ha perdido 30% de su valor.

“Información de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos de la Secretaría del Trabajo da cuenta de que en enero de 1994, en el arranque del TLC, el salario mínimo real era de 81.26 pesos –en pesos de la segunda quincena de 2010, para hacer comparables las cifras–, mientras que en noviembre de 2013 era de 56.68 pesos.

“Es decir que el salario de noviembre pasado perdió 24.58 pesos en relación con el salario de enero de 1994. O de otra forma: con el salario actual se compra 30% menos de lo que se podía adquirir con el salario de enero de 1994.”

En cuanto al número de pobres, el cotejo de las cifras antes y después del TLC registra un incremento:

“Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, en 1992 –cuando las negociaciones del TLC alcanzaban su clímax– había 46 millones de mexicanos en condiciones de pobreza.

“En 2012 ese número subió a 53.3 millones, de los cuales 11.5 millones se debaten en la pobreza extrema. Y eso que tenemos la economía número 14 del mundo y somos potencia exportadora”.

Con estas cifras, como dice Acosta, no hay mucho que festejar en el 20 aniversario del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Al contrario, este acuerdo sólo implicó para México una mayor subordinación a la que se suma, ahora con Peña, la entrega de los recursos energéticos a los extranjeros.

Apuntes


Vicente Fox, el empresario fracasado, funcionario inepto y político sin honor, anuncia la creación de un fondo de 500 millones de dólares para invertir en la industria petrolera. En realidad, es un mecanismo para lavar el dinero que robó junto con su mujer, Marta Sahagún y sus hijos, tal como lo han venido haciendo –aunque en menor escala– en el Centro Fox. A Peña le compró la impunidad.

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