jueves, 5 de diciembre de 2013

Letargo del cambio educativo

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: AXEL DIDRIKSSON

MÉXICO, D.F. Como lo que se dice no es lo que se hace, el actual gobierno de Enrique Peña Nieto está haciendo hasta lo imposible, y entre más rápido mejor, para que no cambie nada en el sistema educativo tras la reforma del sector. Lo que rige son las negociaciones entre grupos, los acuerdos económicos, el control político, y hasta allí. La educación, en realidad, no importa.

Según el discurso oficial, la reforma educativa avanza a pasos agigantados, pero en las calles y en las plazas los maestros disidentes radicalizan un movimiento que se ha opuesto de forma sistemática a la misma, que sustenta que no se ha alcanzado nada, y que esta reforma educativa, que no lo es, sigue estando en discusión, desde sus principios y acuerdos.

Para el gobierno y la SEP, conforme a sus tiempos y a su imaginario burocrático, se ha instalado la Coordinación del Servicio Profesional Docente, ha sido designado su director y se han definido sus funciones, con todo y que parecen duplicar lo que tiene que hacer el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE). 

En este instituto, también, ha sido conformada su denominada Conferencia Nacional, fueron designados sus miembros y quedaron establecidas sus funciones. Por allí, todo en orden.

Aunque los reclamos y demandas que esgrimieron algunos miembros de la Junta de Gobierno del INEE sobre la materia y alcances de su trabajo, por lo pronto, están guardados en algún lugar secreto, en la penumbra.

Del mismo modo, para mantener las cosas como están, y respaldar a sus verdaderos aliados en la reforma laboral que está en marcha en el sistema educativo, el presidente de la República ha establecido un fondo de rescate de las deudas contraídas por el magisterio, desde los tiempos de Elba Esther Gordillo, a costa del erario, por la vía del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi). Con una suma de 5 mil millones de pesos, un hoyo negro del grupo delictivo del SNTE lo tiene a resguardo y pone en manos de los “nuevos” dirigentes dinero líquido y recursos de aseguramiento para que por allí, por lo menos, nada pase. Vaya a saber uno qué es lo que se está tratando de esconder con ese fondo, y qué negocitos turbios van a salir a flote en cualquier momento. Pero allí, todo en orden… mientras que la debacle que se vive en la educación, ¿qué importa?

En lo que toca al modelo educativo, asimismo, todo bajo control. La administración ya dictó su contenido y organizó lo que los mexicanos deben saber –pero sobre todo para no saber–; un currículum por competencias; becas para pequeños grupos de élite con el fin de formarlos como “emprendedores”; evaluaciones y exámenes como mecanismo de control para estudiantes y, sobre todo, para los profesores (qué novedosa idea la de generalizar una prueba: ¿no ha sido desde siempre una forma de amenaza a cualquier salón de clase?).

A esto se suma un mediano control de la comida chatarra en las escuelas y un escenario de enormes negocios para las constructoras y empresas proveedoras de mejoras en la infraestructura escolar, la potabilidad del agua, la distribución de laptops y tabletas, de accesorios para la conectividad y el funcionamiento de los programas de cómputo… un gigantesco mercado educativo para las financiadoras, las empresas de seguros y trasnacionales. ¿Y el papel que debe garantizar el Estado para que la educación sea gratuita, laica, buena para todos, con equidad e igualdad, con una enseñanza sustentada en el conocimiento científico y humanístico?… ¿Qué es eso?

Los recursos para que el modelo de “transformación educativa” funcione, desde luego, ya están garantizados, porque lo que se ha provisto en términos de gasto público federal es más o menos igual al de hace décadas, porque este gasto no puede estar sujeto a la resolución de las añejas demandas de garantía de una educación para todos por la vía de la expansión de la matrícula, o de mejora de la calidad de lo que se aprende; o a lo que año con año demandan los rectores o la comunidad científica… sino que debe ser parte de un espacio de dominio, producto de la negociación de los funcionarios en turno con los de abajo, en forma descendente.

En las calles y en las plazas, en las escuelas y en las instituciones, ocurre lo contrario: un crecimiento vertiginoso de la cantidad de maestros y estudiantes, de padres de familia, de investigadores, de autoridades educativas y ciudadanos que no están de acuerdo en que lo que se está haciendo vaya a mejorar la educación o las condiciones de su trabajo, o de su vida, porque no ven ningún cambio en los contenidos de lo que se va a aprender y en lo que los profesores van a enseñar. Tampoco, lo que los investigadores descubrirán o lo que puede esperarse de una mejora en la organización de las escuelas y de las voluntades para hacer cambios reales en lo que es la educación que se recibe y la cultura de la cual se goza.

Eso no está en lo que se les presenta, ni en las respuestas que se les ofrecen, casi siempre para aletargar el conflicto, dividirlo o tratar de encapsularlo, que es ahora la más frecuente y exitosa fórmula para contener las protestas. Qué equivocación tratar de meter el conocimiento en una cañería, en lugar de romper los tubos de su gayola. ¿Cuál transformación? ¡Puro letargo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario