jueves, 3 de octubre de 2013

Reventar la movilización, el objetivo de anarquistas y ‘halcones’

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ROSALÍA VERGARA.

MÉXICO, D.F. (apro).- La marcha vespertina para conmemorar los 45 años de la matanza estudiantil perpetrada en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, encabezada por miembros del Comité del 68, transitaba en paz… hasta que irrumpieron ‘halcones’, ‘orejas’ y anarquistas.

Después de que los activistas colocaran coronas de flores en el memorial con los nombres de algunos de los caídos a manos del Ejército del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, del PRI, la plaza comenzó a llenarse de jóvenes “anarquistas”.

Fueron llegando en grupos de 10, la mayoría con el rostro cubierto con paliacates o capuchas de tonos oscuros. A la par se hicieron presentes “pelones” vestidos de civil, en grupos de 10. Eran los modernos “halcones”.

También pululaban decenas de “orejas” de Gobernación, identificables por sus chalecos del Servicio del Transporte Colectivo Metro o de la Red de Transporte Público, pero quienes constantemente se monitoreaban señalándose por sus apodos como Cobra o Águila.

Aunque el operativo se había pactado entre el gobierno capitalino y la Policía Federal (PF), únicamente se observó en acción a agentes del GDF.

No obstante, muchos policías llevaban trajes sin insignia; otros eran de la Auxiliar y unos más de la Bancaria.

Pese a las escaramuzas, los observadores de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF) evadieron intervenir cuando los anarquistas encaraban a los policías, alrededor de las 17:00 horas, sobre Paseo de la Reforma.

–¿Cómo cuántos son? –preguntó un agente por su radio.

–¡Un chingo! –respondió una voz.

–Sí, pero ¿cuántos?

–No sé. ¡Un chingo!

Y es que los manifestantes marchaban en paz, encabezados por Raúl Álvarez Garín, Abelardo Guízar, Guillermo Vázquez del Mercado, Luis Reyes Carpizo, César Tirado Villegas, Myrthokleia González Gallardo y Jesús Martín del Campo, del Comité del 68.

Todos con el puño en alto, entonando la consigna ya histórica: “¡Dos de octubre, no se olvida!”.

Entusiasmados, gritaban que la enorme marcha alcanzaría el Zócalo, pero después el plan cambió: llegaría al Monumento a la Revolución, pero ahí –repusieron– se encuentra el campamento de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), así que, al final, decidieron ir al Ángel de la Independencia.

Los anarquistas no se acuerparon, se iban desplegando entre varios contingentes.

Justo en el cruce de avenida Juárez y Paseo de la Reforma tronó el primer cohetón y esa fue la señal para desatar la primera confrontación.

Sin embargo, todos los accesos al Zócalo estaban cerrados para impedir que los inconformes tomaran la plaza, ocupada por el centro de acopio para los damnificados por los huracanes Ingrid y Manuel. Sobre la Alameda Central tronaron más petardazos.

Los anarquistas aventaron piedras a los policías. A la altura de la Glorieta de Colón aguardaba el contingente de Michoacán de la CNTE.

Fue en ese tramo, de avenida Hidalgo a la glorieta de la fuente, donde se realizó el mayor número de detenciones al azar por parte de la policía.

En Bucareli, en la “Esquina de la información”, custodiados por policías los edificios de Excélsior y El Universal, se suscitó otro enfrentamiento.

Uno más se registró en la glorieta de la fuente, la que en alguna ocasión el movimiento No Más Sangre pintó sus aguas de rojo. Ahí, antes de cualquier confrontación, se agruparon alrededor de 30 anarquistas, sin distinción de género.

Hombres y mujeres, cubiertos los rostros, empuñaban palos y piedras.

En ese sitio la policía frenó a los contingentes de maestros, mientras el resto de los manifestantes arribó sin contratiempos al Ángel de la Independencia.

La marcha, así, quedó fragmentada, dejando atrás a los anarquistas. Sin embargo, detrás de ellos caminaban los contingentes del Movimiento #YoSoy132 y estudiantes de distintas escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

Cada que se escuchaba un petardazo y se producía el movimiento intimidatorio de los granaderos, la gente corría a refugiarse, pero los contingentes pidieron a los miembros replegarse en grupos para dejar solos a los presuntos radicales.

Mientras, en la calle de Humbold, se colocó estratégicamente una pipa de agua. De pronto, otra vez el “encapsulamiento”, y las detenciones arbitrarias.

Tres camionetas pick-up llevaban detenidas a varias personas. Un joven aseguró ver que se llevaron a 40 manifestantes en un camión azul de la policía. Otro más denunció 15 detenciones, entre ellos varios amigos. Y así. La cifra oficial se redujo a 20 personas detenidas. No se sabe a dónde las trasladaban, sólo se escuchaba el grito de los comandantes: “¡A Tlalpan, llévalos a Tlalpan!”.

Entre los capturados está el fotorreportero Alejandro Medina Guzmán, de la agencia Imagen. Varios fotógrafos también resultaron golpeados.

A José Manuel Jiménez un granadero lo golpeó en la cabeza con un extinguidor. Otros golpeados fueron Omar Franco, de El Sol, y Quetzalli Micte, de Excélsior.

Por su parte los anarcos le pegaron a Gregorio Cortez, a quien le rompieron su equipo fotográfico, y Arturo Ramos, así como a Octavio Nava, de la agencia Prensa Internacional, de Los Ángeles, California.

Alrededor de las 19:00 horas, un mando policiaco gritó: “¡Vamos a recuperar!”, y pidió a una subalterna: “Comunícame con el secretario”.

Luego dio inicio la “operación limpieza”, que duró alrededor de una hora, y prosiguió la detención al azar.

Y así como los uniformados dispersaban a los manifestantes, el servicio de limpieza del GDF procedía a levantar los escombros.

Cerca de las 20:00 horas la avenida Morelos estaba abierta a la circulación; 25 minutos después, Paseo de la Reforma era libre a la circulación.

De Insurgentes hacia el Ángel no hubo enfrentamientos, así que después del acto conmemorativo por la masacre en Tlatelolco, los contingentes de la UNAM y de la CNTE regresaron custodiados por la policía.

Al final, los uniformados, algunos a caballo, formaron su propio contingente para arribar a la altura de la Torre Contigo, sobre Lafragua, para proseguir con las órdenes de recuperación de los espacios capitalinos.

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