jueves, 24 de octubre de 2013

¿En verdad los anarquistas son violentos?

FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0/ Radio Nederland (RNW)
AUTOR: MARA LANDA.

El pasado 2 de octubre, en México DF se celebró una marcha ciudadana encabezada por miembros del Comité del 68, para recordar el 45 aniversario de la matanza estudiantil de Tlatelolco. Sin embargo, al final de la jornada el saldo fue de 51 lesionados y 20 detenidos…”dicen que llegaron los anarquistas”.

Según testimonios, partes policiales y pruebas gráficas, un grupo de varias personas encapuchadas y con la cara cubierta irrumpieron en la manifestación arrojando cócteles molotov, agredieron a varios policías y asaltaron un comercio.

La escena no es ni nueva ni única. Lo ocurrido horas y días más tarde tampoco. Algunos de los detenidos se describieron como anarquistas, las autoridades mexicanas dicen haberlos identificado como tales y la prensa mexicana e internacional se hizo eco del incidente y de sus consecuencias. La marcha ciudadana quedó en un mero escenario de la acción y la razón de la violencia fue simple: fueron los anarquistas. Como si eso lo explicara todo.

Y para muchos lo hace. La sociedad e, incluso, muchos participantes en estas mismas protestas ciudadanas, se ha acostumbrado a ver en el anarquismo grupos radicales que van más allá de la protesta ciudadana. Y hay muchos elementos erróneos en tal afirmación; el más importante, quizás, la falta de preguntas al respecto. Por ejemplo:

¿Quiénes son estas personas? ¿Qué objetivo tienen con sus acciones: sembrar el caos, dar un golpe de efecto, causar perjuicios, poner un foco de atención… ? Y las opciones no son muchas: son jóvenes con poca noción de la teoría que defienden o no son anarquistas. Si son anarquistas , ¿cómo definen el movimiento por el que pelean? Si no lo son, ¿qué pretenden fingiendo serlo

Qué es el anarquismo

Lo que nuestra sociedad ve hoy como violencia fue, contradictoriamente, un fruto de la fe. Concretamente de la confianza de los filósofos de la Ilustración en la bondad del ser humano y del catolicismo primitivo: el hombre siempre tiende a su crecimiento moral e intelectual y la sociedad perfecta no requiere gobierno, jerarquía, ni propiedad.

Así, el principio filosófico de la teoría anarquista defiende la abolición de todo rasgo de jerarquía, autoridad o control sobre el individuo, tanto instituciones sociales como del Estado. Por supuesto, nació totalmente desligado a la utilización de la fuerza, entendida como un mecanismo de poder. Idealista e imposible, para algunos. Lo cierto es que los considerados como derechos básicos en muchos países en las últimas décadas ya eran promulgados por los anarquistas del s. XIX. Aspectos que ya se denunciaban como la libertad sobre la atención a las demandas de las minorías sexuales, reformas educativas, igualdad de género, etc.

¿Dónde comenzó entonces su relación con la violencia? No mucho más tarde. La relación de los anarquistas con los actos y consecuencias de la Revolución Francesa lo ligará de ahí en adelante con actuaciones subversivas y actos terroristas.

La primera persona en llamarse a sí mismo anarquista – y en sentido positivo – fue Pierre Joseph Proudhon. Fue también quien le dio un corpus teórico al movimiento independiente del socialismo creciente en el s. XIX.

Otra característica será decisiva para nuestra percepción de los anarquistas como meros “agitadores”: su capacidad para relacionarse con los movimientos sociales y populares, incluso adaptando su propio programa. Desde las protestas sindicales del s. XIX hasta el eco-anarquismo tras su renacimiento en la década de los 80. Los anarquistas, como un elemento externo pero perenne, acompañan todas las manifestaciones para apoyar o generar bulla. Según quién lo mire…

Dos teorías de la violencia

Días después del 2 octubre, en un comunicado (“México: contra toda esperanza”) varias organizaciones anarquistas que operan en México, dieron a conocer el objetivo de su lucha y anunciaban un “invierno subversivo”.

A pesar de la buena voluntad de los filósofos del XVIII pocos movimientos sociales o políticos alcanzaron sus objetivos sin acudir a la violencia. Desde el ludismo inglés hasta el pasado 2 de octubre en México, la violencia ha sido pregunta y respuesta, crítica y recurso en las movilizaciones ciudadanas. Dos teorías refuerzan su uso en movimientos populares, como el anarquismo: la denominada “propaganda por el hecho” y la “violencia liberadora”.

La “propaganda del hecho” defiende que el impacto de una acción violencia genera más repercusión y relevancia siendo, por tanto, más eficaz y alentador que la palabra. Teniendo en cuenta el número de titulares, portadas, minutos de radio y televisión, videos de youtube, posts, comentarios, etc… parece que el objetivo se cumplió.

Por otro lado, para Errico Malatesta la violencia liberadora, es “la única manera de poner fin al sufrimiento diario de las masas y a las crueles tragedias que azotan a la humanidad”.

¿Son anarquistas los anarquistas?

La pasada semana se celebró en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, ENAH, México, el IV Encuentro “Cultura obrera, historias de anarquistas”, con la presencia Jacinto Barrera Bassols, historiador quien denuncia la “mala prensa” que ha tenido siempre este movimiento político, uno de los más distorsionados y manipulados.

¿Está pues el conocimiento teórico alejado de las prácticas denominadas anarquistas?

A la falta de conocimiento y la radicalización por parte de grupos modernos, se une una tercera explicación: la estrategia de la desvirtualización.

Y es muy sencilla: despojar de todo contenido político los movimientos sociales y sustituirlos por la irracionalidad de la violencia. Así, el movimiento se convierte en turba y la protesta en ataque.

Por ejemplo, según la organización pro DD.HH. Article 19 el pasado 2 de octubre se efectuaron 22 agresiones a periodistas: 2 de las cuales fueron por parte de “anarquistas”, 14 de policías. Tampoco sobran los testimonios gráficos y declaraciones que afirman que las personas encapuchadas eran infiltrados en ésta – y en otras – manifestación ciudadana con el objetivo de “reventarla” desde dentro. Así, el propio estado fabrica una imagen negativa en la ciudadanía desvirtuando protestas legítimas y, en algunos casos, de extirpando su contenido político.

Para ello, el anarquismo ha sido el instrumento perfecto. Sus ideales del anarquismo siempre han llegado al límite, traspasando los márgenes de las ideas políticas establecidas. Inicialmente la monarquía o la iglesia, actualmente el neoliberalismo o la política de partidos. La noción de jerarquía económica y los movimientos en su contra son aún un tabú en nuestra sociedad.

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