viernes, 7 de junio de 2013

‘La Unión’, el brazo del crimen organizado que alcanzó a la Ciudad de México

FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0
AUTOR: ÓSCAR BALDERAS.

Dentro de una casa con olor a ropa vieja, Juan José está tirado en el piso con la rodilla derecha rota. Se la han quebrado a tablazos, con un madero grueso que un hombre balanceó hasta doblarlo, mientras otros tres vigilaban la tortura.

Gimotea, suplica, se aferra al piso pegajoso por la cerveza demarrada, pero no puede levantarse. Escuchó el sonido de su hueso quebrándose y, aunque se lo exigen a patadas, Juan José, de 22 años, no puede ponerse en pie, como estaba hace minutos cuando apoyaba el cuerpo sobre las palmas de sus manos, recargado en una pared, a la espera de su castigo. Imposible, ahora, estar de pie, después de cuatros tablazos dados con furia sobre sus delgadas piernas.

“¡Eso te pasa por caminar nuestros terrenos, hijo de tu perra madre! ¡Párate, huevón!”, vocifera uno, mientras graba con el teléfono los ruegos de Juan José. “Perdón, señor, perdón, no lo vuelvo a hacer eso”, responde él, mientras intenta apoyar sus 60 kilos en una pierna quebrada y otra inflamada hasta casi el doble de su grosor.

“Eso” que hizo, cuenta para REVOLUCIÓN TRESPUNTOCERO el joven –cuyo nombre real fue omitido por seguridad–, es que el 14 de noviembre de 2012 el grupo delictivo “La Unión”, que controla el narcomenudeo en la zona centro de la ciudad, lo “halconeó” vendiendo marihuana en un parque que ellos “controlan”.

Primero, lo rodearon entre cuatro; luego, lo obligaron, con dos pistolas, a subir a una camioneta de lujo sin que pareciera un acto forzado; lo llevaron a una casa en rumbo desconocido y le “enseñaron una lección” por dos horas: nadie vende droga en los territorios de este grupo, asociado al Cártel del Golfo, sin permiso. Y quien lo hace recibe “tablazos”. Luego de más de 120 minutos de golpiza, lo aventaron –semiinconsciente– en una zona rural de la ciudad.

“Agradece que no te matamos”, dicen a Juan José y lo obligan a brincar, con la rodilla rota, hacia una milpa, donde le exigen acostarse y esperar una hora para salir en busca de ayuda. Lo recuerda y su voz se quiebra: “me dejaron libre para que cuente a los que quieran meterse en su plaza qué les puede pasar si se meten con ellos. Son pura mafia”.

El relato parecería la descripción de una golpiza por derecho de piso en Michoacán, Guerrero o Tamaulipas. Pero no sucedió en provincia.

La zona rural es Xochimilco, el parque es el Parque México, en la colonia Condesa, y la ciudad es la Ciudad de México, a donde ya llegó el crimen organizado, el último rincón del país que se había resistido al terror de la delincuencia de los cárteles.

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“La Unión” es uno de los grupos delictivos, con nexos extendidos hacia los grandes carteles del narcotráfico, más grandes en la capital de México. Tal vez, el más grande si se considera que su base es el Cártel del Golfo, creado la década de los 70 por el capo Juan García Abrego.

En su expansión –desde Matamoros, Tamaulipas, hacia el resto del país– ha sumado a otras organizaciones delictivas; en el Distrito Federal, ha integrado a La Mafia Coreana, el Cartel de Tepito, Los Pelones, Los Negros y a los Perros Locos, entre otros.

De acuerdo con informes de la Policía de Investigación, perteneciente a la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), además del narcomenudeo en la colonia Condesa –uno de los barrios de mayor tradición comercial en la urbe– , también lo hace en la Zona Rosa –otro barrio comercial– y el grupo extorsiona comerciantes del Centro Histórico.

En mayo, REVOLUCÍON TRESPUNTOCERO documentó cómo “La Unión” opera, casi en su totalidad, el negocio de los productos ilegales de origen chino en la zona centro de la ciudad. Quien no se alinea a sus órdenes es “tableado” por los “empresarios”.

Ahora, sus movimientos se encuentran bajo la lupa, luego de que se conoció que al menos un par de los 12 jóvenes secuestrados el 26 de mayo afuera del Bar Heaven, en la Zona Rosa, son familiares de integrantes de dicho grupo: el hijo de “El Papis” y el hijo del “Tanque”, conocidos narcomenudistas del barrio popular Tepito.

La sustracción de los muchachos habría sido en venganza por el asesinato de un hombre afuera del bar Black, el 24 de mayo en la colonia Condesa; según una línea de investigación de la PGJDF, el fallecido pertenecía a un grupo delictivo asociado con “Los Zetas” y vendía droga en la colonia sin la autorización de “La Unión”.

“La Unión” está relacionada con otros delitos: secuestros como el del líder comerciante Miguel Galán y de la familia de Guillermo Gazal, presidente de la asociación Empresarios y Comerciantes Establecidos para la Protección del Centro Histórico (Procentrhico), asesinatos a jóvenes habitantes de la vecindad con el número 22 en la calle Jesús Carranza de Tepito, cobro de derecho de piso en Mixcalco, trafico con discos “pirata” en varias líneas del Metro que cruzan la demarcación, así como el robo de vehículos.

De acuerdo con dos mandos policiacos que trabajan en la delegación Cuauhtémoc, consultados por este portal, hay dos visibles cabecillas: “El Pancho” y “La Perra”, ambos con un amplio historial violento.

Ellos han establecido como castigo a quien no trabaje con ellos la muerte o los “tablazos”, una antigua práctica militar que consiste en golpear con maderos largos y pesados las piernas, espalda o nalgas de los castigados hasta hacerlos desfallecer.

Lo mismo que le pasó a Juan José cuando fue sorprendido vendiendo marihuana sin pagar derecho de piso.

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“La Unión” llegó a la Ciudad de México en 2008, pero afianzó su poder en 2009. Lo hizo en poco tiempo, con un ejército de jóvenes oriundos de colonias populares que querían dinero de manera rápida.

La Morelos, Obrera, Doctores, Centro, Guerrero, San Simón Tolnahuac fueron los semilleros de los jóvenes que empezaron como vendedores de pequeñas dosis de marihuana, cocaína y drogas de diseño, y que fueron ganando poder en la organización a medida que demostraban su talante violento y su capacidad de corromper policías y autoridades locales de bajo rango.

Sobornaban desde policías en bicicleta hasta personal de la Subsecretaría de Programas Delegacionales y Reordenamiento de la Vía Pública del gobierno capitalino; “tableaban” a los comerciantes que denunciaban o no pagaban el derecho de piso; golpeaban a los criminales que no se alineaban con ellos o los obligaban, mediante amenazas de muerte, a trabajar con ellos.

Incluso, según mandos policiacos consultados, hubo un tiempo entre 2010 y 2011 que caminaban por los comercios del Centro Histórico con playeras estampadas con una “U” para distinguirse entre los vendedores.

En la Colonia Condesa, acaparan el negocio de la venta de droga: Tamaulipas, Nuevo León, Michoacán, Campeche, son las calles que dominan a través de franeleros o guardias de seguridad de los antros; otro punto “suyo” es el Parque México, donde se disfrazan de jóvenes que van a jugar futbol o venden comida preparada a los paseantes.

Juan José no se ha vuelto a parar por ahí. Aún no se recupera completamente de la golpiza, aunque el daño psicológico es peor.

“Todo me asusta, todo me hace saltar. Escucho un sonido extraño y tiemblo, pienso que vienen a quebrarme, a darme piso”, dice el joven, mientras se balancea con la muleta de apoyo.

“Están pesados. Lo cabrón es que vengan a hacer todo eso aquí, donde se supone que eso no existía, que no hay levantones, no hay cárteles. Claro que hay, esta no es ninguna ciudad de la esperanza”, asegura Juan José.

Se da la vuelta y camina, cojeando, tratando de recuperar la movilidad en esa pierna que le “tablearon”, evitando caminar en la colonia donde lo “halconearon”, donde “levantaron” jóvenes, donde “dieron piso” a un narcomenudista, la “plaza” de “La Unión” y sus “comandantes” que beben Buchanans y se mueven en sus “trocas”.

“Ya hablamos como en Reynosa, pero en el DF… está cabrón, ¿no?”, dice Juan José.

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