jueves, 27 de junio de 2013

En Coahuila no pasa nada: “30 años sin periodismo”

FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0
AUTOR: Juan Noé Fernández Andrade.

La violencia en la región lagunera de Coahuila y Durango pareciera algo inherente a este pedazo de suelo mexicano. En la historia de la Laguna los hechos de sangre, muchas veces llevados hasta la masacre, son numerosos. Uno de las más sangrientas y bestiales fue la matanza de chinos por gente de a pie que, al calor de la barbarie desatada por la lucha revolucionaria, en 1911 victimó a más de 300 ciudadanos de origen chino que habían llegado a Torreón a trabajar.

Los periodistas no han escapado a esta expresión ancestral del territorio coahuilteca.

Según datos, Salvador Guerrero Álvarez fue el primer periodista asesinado en Coahuila, en fecha tan lejana como 1942. Su familia sigue creyendo que su crimen lo decidió el entonces gobernador general Benecio López Padilla (1941-1942).

Es en la Laguna, principalmente, donde las agresiones contra los comunicadores se acentúan y diferencian respecto al resto del estado. Pocos lo recuerdan, pero Cuauhtémoc Ornelas Campos inició el registro de periodistas desaparecidos. Desde el 3 de octubre de 1995 nadie volvió a saber de él. Era director de la revista Adelante, de circulación en Sinaloa, Durango y la Laguna.

Comunicadores de Torreón y Gómez Palacio “tomaron” la subdelegación de la Procuraduría de Justicia del Estado (gobernaba Rogelio Montemayor Seguy) para presionar y exigir su presentación. No pasó nada. Jamás ha sido reportado nada sobre él. Se apuntaba como presunto responsable del hecho a un hermano del entonces alcalde, Mariano López Mercado. La impunidad se lo tragó.

La noche del 25 de mayo de 2009, Eliseo Barrón Hernández, reportero policíaco de La Opinión Milenio, de Torreón, fue asesinado en el conurbado municipio de Gómez Palacio. En Saltillo, el 8 de enero de 2010, murió acribillado un joven reportero del diario Zócalo,Valentín Valdés Espinoza. Dos periodistas abatidos por las balas, por la descomposición social y la aparición fortísima del crimen organizado en Coahuila y la comarca lagunera.

El 29 de julio de 2010, en las cercanías del Centro de Readaptación Social de Gómez Palacio, Durango, tres reporteros de televisión y uno de prensa escrita fueron capturados y posteriormente liberados por un grupo armado, cuando cubrían un hecho noticioso: Javier Canales Fernández (camarógrafo de Multimedios Laguna), Alejandro Hernández Pacheco (camarógrafo de Televisa Laguna), Héctor Gordoa Márquez (reportero de Televisa México que esa mañana había llegado a Torreón), y Oscar Solís (reportero del periódico Vespertino). El segundo pidió asilo político en los Estados Unidos y lo obtuvo tras verse asediado.

Nacido en Francisco I. Madero (Laguna de Coahuila), también de Zócalo pero en Monclova, desde el 8 de julio de 2006 ya no se volvió a ver ni a saber del reportero Rafael Ortiz Martínez.

Luis Emmanuel Ruiz Carrillo, joven periodista coahuilense, también fue asesinado, aunque éste cayó en Monterrey el 25 de marzo de 2011. Trabajaba para La Prensa, de Saltillo.

Pero la violencia continuó contra los comunicadores y los medios, las noticias de más agresiones corren de Ciudad Acuña a Saltillo, y de Piedras Negras a Torreón. Las amenazas a reporteros y directivos se sucedieron: advertencias telefónicas, mantas, e incluso ataques a las instalaciones. El Siglo de Torreón, sufrió cinco atentados entre agosto de 2009 y marzo de este 2013, con daños materiales producidos por armas de alto poder a su edificio de la avenida Matamoros entre Acuña y Rodríguez, en pleno centro de la ciudad. Un civil que deambulaba por ahí murió por impactos de bala. La noche del 8 de febrero pasado, y por varias horas, cinco trabajadores de la empresa –ninguno reportero– se vieron privados de su libertad en las inmediaciones del periódico, donde fueron golpeados y amenazados por los 21 presuntos delincuentes que, días después acabaron siendo detenidos en la región y en otras entidades a donde habían huido.

El 9 de febrero de 2011, un técnico operario del Grupo Milenio Laguna perdió la vida en el ataque y robo que perpetró un grupo armado. La madrugada de esa fecha Rodolfo Ochoa Moreno cayó abatido ante una intensa ráfaga de balas. Una víctima inocente. Nada tenía que ver con cuestiones periodísticas.

También han aparecido narcomantas contra Televisa Laguna y TV Azteca Laguna, que han quedado, afortunadamente, en meras bravatas.

Sin embargo, el listado de los reporteros levantados, golpeados y amenazados es largo. Algunos han optado por retirarse de la actividad, dejando atrás sus carreras en este ambiente laboral de zozobra, miedo y necesidad.

En Saltillo la reportera policíaca Estephanía Rodríguez Cardoso, del periódico Zócalo, quien estuvo en peligro junto con su hijo, desapareció del 8 de junio de 2012 al día 15 de ese mes en que se reportó viva. Una llamada telefónica al noticiero de la periodista Denisse Maerker, sin dar detalles, hizo saber que estaba bien, con miedo, pero de pie.

Otro periodista muerto es José Valdez, asesinado el 6 de enero de 2006 en Sabinas. Se presumió que el narco lo victimó.

Buenas intenciones legales, pero la impunidad manda

Cabe agregar que el 19 de marzo pasado el diputado local Samuel Acevedo Flores, del Partido Social Demócrata (PSD), llevó al Congreso de Coahuila la iniciativa de Ley para la Protección y Garantía de la Libertad de Expresión de las y los Periodistas del Estado de Coahuila, que consta de 26 artículos.

Antes, el 20 de octubre de 2010, hubo otra intentona legal: la Ley del Secreto Profesional del Periodista en el Estado de Coahuila de Zaragoza. Constaba de 7 artículos.

Aquí no pasa nada, en términos reales, a favor de los periodistas. Más allá de las agresiones físicas, amenazas y atentados, el clima es de incertidumbre laboral. Los despidos, sean o no por argumentos válidos, no cesan. Reporteros como Reginaldo Lunay Javier Casio, ambos de Milenio Laguna, por citar dos casos ejemplares, se vieron despedidos por la intolerancia prevaleciente. El primero, por haber criticado –al parecer sin fundamento– a Rubén Moreira Valdez, siendo éste secretario de Gobierno de su hermano Humberto; el segundo, al atreverse a poner el nombre de Ricardo Martín Bringas, de la familia lagunera fundadora y dueña de la cadena de supermercados Soriana.

En este sentido, se podría hacer todo un libro con nombres y apellidos de reporteros de diferentes medios en todo Coahuila, pero más en Saltillo y Torreón.

El domingo 3 de julio de 2011, en una mesa de debate por televisión nacional (Foro TV) a propósito de la elección de Rubén Moreira ese día como nuevo gobernador del estado, el conocido columnista Ricardo Alemán afirmó que en Coahuila “no pasa nada. Tienen 30 años sin periodismo”.

En el remate de toda esta caótica situación, el 11 de marzo de 2013 el periódico Zócalo editorializó: “En virtud de que no existen garantías ni seguridad para el ejercicio pleno del periodismo, el Consejo Editorial de los periódicos Zócalo decidió, a partir de esta fecha, abstenerse de publicar toda información relacionada con el crimen organizado”.

Esta empresa cuenta con ediciones diarias en Saltillo, Monclova, Piedras Negras y Acuña. Su propietario, Francisco Juaristi, alguna vez secretario de gobierno con Rogelio Montemayor, recientemente fue amenazado por grupos criminales a través de medio centenar de mantas. En 2010 un artefacto explotó en el estacionamiento del periódico en Piedras Negras.

Lo único cierto es que por la falta de una organización grupal sólida, los comunicadores coahuilenses atraviesan una etapa de profunda vulnerabilidad.



El polémico obispo de Saltillo, fray Raúl Vera López, pidió a la Fiscalía Especializada en Delitos Contra Periodistas, dependiente de la Procuraduría General de la República (PGR) que ya trabaje, que no finja que investiga, “porque no se han visto resultados”.

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