lunes, 27 de mayo de 2013

Pérez Gay dejó una novela inédita sobre Max Weber

FUENTE: LA JORNADA.
AUTOR: Mónica Mateos-Vega.

El escritor fallecido ayer a los 70 años, fue uno de los pensadores más agudos sobre el devenir histórico, cultural y político de México. Queda en la memoria el gran amigo, lector empedernido y estupendo conversador.

México, DF. El escritor y diplomático José María Pérez Gay, de 70 años, falleció ayer a las 2 de la mañana, en su casa, luego de una larga enfermedad neurológica que lo mantuvo postrado los recientes meses, informó su familia.

Su inseparable compañera Lilia Rossbach, sus hijos Mariana y Pablo, sus hermanos y amigos lo despidieron ayer en el salón Alpes del panteón Francés, donde será cremado este lunes alrededor de la una de la tarde.

El presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa, confirmó que se realizará un homenaje nacional al autor de El imperio perdido (Cal y Arena, 1991), en fecha y lugar a acordar con los familiares.

El autor dejó una novela inédita sobre Max Weber, el sicoanálisis, las mujeres y los desamores en la época alemana-austriaca. Sus cenizas serán depositadas, una parte en el parque España, frente al que transcurrió la infancia de José María, y otra en su amada ciudad de Berlín.

Se va uno de los pensadores más agudos sobre el devenir histórico, cultural y político del país. Fue traductor, académico, ensayista y narrador, pero él se definía simplemente como un “recolector de recuerdos”, tanto personales como históricos, los cuales incorporó a su obra.

Asesor en materia internacional de Andrés Manuel López Obrador, cuando éste fue jefe de Gobierno del Distrito Federal, Pérez Gay fue un incansable promotor cultural.

Sus reflexiones en torno a un sinfín de cuestiones culturales y sociales quedan plasmadas en sus colaboraciones para La Jornada, del cual fue fundador y posteriormente director del suplemento cultural dominical.

También fue importante la labor que desempeñó como subdirector de Radio Educación, articulista en el periódico Unomásuno y en La cultura en México (suplemento de la revista Siempre!), así como en el consejo editorial de la revistaNexos.

Fue director fundador del Canal 22, por cuya gestión se hizo acreedor al premio Cámara de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Estudió ciencias y técnicas de la información en la Universidad Iberoamericana (Uia), donde fue uno de los primeros 14 alumnos de esa carrera en 1960. Obtuvo el doctorado en Filosofía Germanística por la Universidad Libre de Berlín. Fue agregado cultural de la embajada de México en la República Federal Alemana, consejero cultural en las embajadas de México en Austria y Francia, y embajador de México en Portugal, de 2001 a 2003).

Fue, antes que todo, “un ser humano de fina, valerosa dignidad, un militante de lo humano”, como lo definió hace unos meses el analista político Luis Linares Zapata en un homenaje que le rindió su alma mater, la Uia.

Gran amigo, alumno brillante, lector empedernido, excelente escucha y estupendo conversador, así queda José María Pérez Gay en la memoria de quienes convivieron con él. Escritor que quiso ser poeta, sin lograrlo, pero que a cambio tuvo la recompensa de una mente prodigiosa que acumulaba, íntegros, sus recuerdos preferidos. Disfrutaba de tertulias donde encantaba a los presentes al compartir poemas de largo aliento como Piedra de sol, de Octavio Paz, uno de sus favoritos.

El autor de Tu nombre en el silencio nació el 15 de febrero de 1943. Vivió su infancia frente al parque España, entre el entusiasmo por trepar árboles y la primera tragedia que constituyó para él ser un niño tartamudo debido al trauma que le causó subirse al simulador de vuelo de su padre, quien tenía una escuela de aviación. Es en esa época, contaba el escritor, cuando la memoria lo ayudó a superar su problema, pues leía libros en voz alta.

En su juventud, obtener una beca para estudiar cinco años en la Universidad Libre de Berlín, la maestría y doctorado en Sociología y Germanística le cambió la vida. Residió en Alemania durante 15 años, tiempo en el que se forjó como traductor al español de autores como Goethe, Mann, Celan, Kafka, Kraus, Broch, Benjamin, Habermas, Adorno, Canetti y Enzensberger, entre otros.

Su primer acercamiento a las letras de ese país, recordaba, lo hizo “con las expectativas con que un muchacho de la ciudad de México, en los primeros años 60, enamorado de la poesía, deslumbrado por la obra de Freud, entusiasmado lo mismo por Elvis que por Pérez Prado, obtiene una beca improbable en un país lejanísimo de fríos polares. El resto lo hizo el idioma alemán, esa cifra elegida por la filosofía para transmitir algunos de sus más queridos secretos. Y otra vez la poesía: Hans Magnus Enzensberger, Paul Celan.

“Los autores incluidos en mi libro La profecía de la memoria, así como los deEl imperio perdido (Cal y Arena, 1991), son parte de mí. No podría concebirme sin las historias de Joseph Roth, sin la pasión de Arendt y Heidegger, sin la inteligencia y las preguntas de Habermas, Sloterdijk, Safranski. No puedo ya extrañar Alemania. Alemania es parte de mí”, señaló en una entrevista concedida a La Jornada el 2 de diciembre de 2011.

Entre los reconocimientos que obtuvo están: el Premio Nacional de Periodismo en Divulgación Cultural, en 1996. Como reconocimiento a su trayectoria intelectual, el gobierno de la República Federal de Alemania le confirió la Orden de la Gran Cruz al Mérito, en 1992. Asimismo, el Instituto Goethe le otorgó la Medalla Goethe y, en 1996, el gobierno de Austria lo distinguió con la Cruz de Honor para las Ciencias y las Artes Primera Clase, por sus aportaciones a la investigación de la cultura del imperio austro-húngaro.

De una larga serie de ensayos destacan libros fundamentales como La difícil costumbre de estar lejos (Océano, 1986), El imperio perdido (Cal y Arena, 1991), Tu nombre en el silencio (Cal y Arena, 2001) y La profecía de la memoria. Ensayos alemanes (Cal y Arena, 2010).

“Las búsquedas literarias, filosóficas e históricas de José María Pérez Gay nos hacen entender mejor un siglo tan determinante como el pasado. Al leer sus libros sentimos la mano del maestro que nos guía con palabras que forman historias memorables”, señala Xabier F. Coronado en un artículo publicado en La Jornada Semanal el 2 de septiembre de 2012.

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