martes, 28 de mayo de 2013

La criminalización de los jóvenes: una condena para el futuro de México

FUENTE: RNW (http://www.rnw.nl)
AUTOR: Noé Alí Sánchez Navarro.

¿Desde cuándo criminalizamos a los jóvenes por el solo hecho de ser jóvenes?

Me hago esta pregunta porque a veces parece que pensamos que mucho de lo que ocurre hoy en día es culpa de las actuales generaciones, es una postura bastante cómoda e irresponsable, las generaciones vamos recogiendo los frutos de lo que nuestros antepasados van sembrando, y aunque ciertamente es nuestra responsabilidad cambiarlo o luchar porque sea mejor, hay males que son patológicos y estructurales.

Uno de estos males a los que me refiero es precisamente la persecución y criminalización de los jóvenes, tan añeja como la aparición de los mismos, esta persecución se ha ido gestando desde los adultos, a los que parece que no les gusta que los jóvenes rompan los paradigmas, lo establecido y el supuesto orden; mientras que al estado, al tener históricamente una mirada adultocéntrica y de tutelaje hacia los jóvenes, le es más fácil reprender que acercarse a las nuevas expresiones juveniles.

¿Por qué digo todo lo anterior? De manera reciente, aunque no es un hecho nuevo, se han recrudecido los ataques hacia las y los jóvenes, no me refiero solamente a acciones violentas, también hablo sobre la manera en que sus acciones están siendo descifradas y proyectadas hacia el resto de la sociedad por las instituciones y el estado, e incluso en ocasiones por los mismos medios de comunicación.

Hace algunos días se produjeron dos hechos en México a los que debemos prestar atención, en Ciudad Juárez, Chihuahua, se anunció a través de algunas asociaciones que jóvenes de algunos sectores de la ciudad están siendo arrestados por jugar en la vía pública o reunirse en las esquinas, tan solo en el primer trimestre del 2013 los elementos de la policía municipal arrestaron a dos mil 748 menores de edad.

Mientras que en Zapopan, Jalisco, el mismo alcalde, Héctor Robles, presumió que en los operativos antipandillas, establecidos para la reconstrucción del tejido social en la entidad, agarran a “macanazos” a más de 70 jóvenes por noche.

En rueda de prensa el alcalde dijo: "Yo les puedo decir que con los operativos antipandillas todas las noches agarramos a macanazos a más de 70 jóvenes, y de esos más de 70 jóvenes a lo mejor uno o dos o 10 tienen drogas en su poder y son consignados, pero los otros 60 son soltados porque son faltas administrativas y van a seguir generando problemas de vandalismo, van a seguir generando problemas de drogadicción y van a seguir generando problemas de inseguridad”.

Es muy común encontrarse con que los policías acudan a donde se reúnen los jóvenes con argumentos como: “Están en bola y eso para nosotros representa que están planeando un atraco” “Es una falta al orden público porque un grupo de más de cinco personas en la calle se considera peligroso”.

Lo preocupante de estas situaciones es que ocurren en espacios relativamente pequeños, en las calles, con grupos y en sectores específicos. Pero estas situaciones son un ejemplo de lo que sucede a nivel macro. Con mucha tristeza suelo escuchar a gente que reprueba la actitud de los jóvenes hacia diferentes hechos, cuando estos manifiestan su inconformidad ante determinada situación, reflejo del hartazgo en el que se encuentran, a pesar de que no todos lo vean no quiere decir que no exista.

Con acciones como esta me queda claro que las y los jóvenes son el sector más afectado por las políticas públicas emprendidas en los últimos años en México, este sector de la población representa la mayoría, pero no se les atiende ni se les escucha, rara paradoja de un estado democrático.

Lejos de que podamos ver leyes, proyectos, políticas dirigidas hacia los jóvenes, se da una persecución por el solo hecho de no estar de acuerdo con un sistema que excluye y castiga, hay muchas sanciones para aquellos que infringen la ley, y eso no está mal cuando hablamos de preservar la paz y el orden, pero esto sería más equilibrado si los jóvenes no vivieran en situaciones de precarización y violencia.

Más allá de cuestionar y sancionar el uso de la calle, que dicho sea de paso es un espacio que guarda una estrecha relación con las culturas juveniles, ¿Cómo vamos a pedirle a los jóvenes que no delincan si en su casa no hay para comer?, ¿Por qué juzgar las manifestaciones en contra de lo que no les parece?, ¿Por qué sancionar por ocupar la calle como un espacio de reunión con sus pares?, necesitamos entender que el problema no está en los jóvenes, está en su entorno, en el día a día, y ese lo construimos todos.

Si no queremos tener a los jóvenes en las calles, entonces tenemos que entender que es necesario y urgente un cambio estructural y una inversión efectiva y no temporal, es necesario abrir la educación para todos, crear empleos dignos y bien remunerados, crear espacios culturales, deportivos, artísticos y de encuentro para los jóvenes, pero dentro de los barrios, de su espacio; en resumidas cuentas me refiero a no darle cabida a la violencia por ningún lado, que no se convierta en un pretexto de persecución, debemos asfixiar a la violencia para que no se convierta en el proyecto de vida de nadie.

Concluyo señalando que así como una sociedad que no conoce su historia está condenada, también una sociedad que elige criminalizar a sus jóvenes, en vez de garantizar salud, educación y empleo, tiene sentenciado su presente y futuro. Las y los jóvenes requieren de políticas públicas que respondan a sus necesidades, no policías que cuestionen y hostiguen; necesitan una sociedad justa donde vivir, no una sociedad que los condene por el solo hecho de ser jóvenes.

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