martes, 2 de abril de 2013

Peña Nieto: Fin de la luna de miel

Fuente: La Silla Rota
por: Alejandro Encinas Nájera

Punto final a la luna de miel de Peña Nieto. Cuatro meses han transcurrido desde aquel #1DMx en el que mientras se escenificaba su toma de protesta en San Lázaro, policías e infiltrados reprimían y desacreditaban a la movilización opositora. Se acabó el bono de los primeros cien días, ese escurridizo instante en el calendario del poder que despierta la nostalgia de todo gobernante. 


El fracaso calderonista parecía que catapultaría la aprobación de Peña por el simple hecho del contraste. No fue así. Si damos por buenos los datos que arroja la encuesta que publicó ayer el diario Reforma, el estrenado gobierno federal no logró “mover a México”. La aprobación de Peña Nieto está por debajo del arranque de los gobiernos de Fox y de Calderón. Que sólo un 50% de los mexicanos aprueben el desempeño del mexiquense, ha de despertar preocupaciones entre un equipo que se creía indestructible.

El Pacto por México, la prolífica agenda de reformas legislativas, el pasmo y división de la izquierda, la debacle del PAN, el Elbazo, la Cruzada Contra el Hambre, el apoyo irrestricto de las televisoras y demás iniciativas, hicieron mucho ruido, pero no consiguieron despertar el apoyo de los mexicanos hacia el Ejecutivo.

Es cierto que los estrategas tras la silla presidencial lograron fijar una agenda pública dinámica y no exenta de sorpresas y golpes certeros. Parecía que soltar muchas cartas fuertes y populares una tras otra les funcionaría. Pero la política opera de formas muy extrañas y a veces hasta contraproducentes.
Es lo que Max Weber denomina la paradoja de las consecuencias, esto es, que la intención de la acción resulta opuesta a los efectos que provoca. En términos coloquiales es algo así como buscar un beso y recibir una bofetada.

No nos vayamos con la finta. Estas cifras no quieren decir que el PRI vaya a sufrir un descalabro en las catorce elecciones estatales que se celebrarán a lo largo de este año. No solamente está bien lubricada la maquinaria corporativa-electoral, sino que ese 50% que no respondió a favor de EPN, es un archipiélago de pulsiones que van del abstencionista al opositor a ultranza, de la ultra izquierda a la ultra derecha, de la apatía al compromiso. Las coaliciones negativas, del rechazo, no suelen convertirse en una acción electoral unificada. Se quedan ahí.

Otro punto llamativo es que la encuesta preguntó por un lado a la población general, y por el otro seleccionaron a un pequeño grupo de “líderes de opinión”. La brecha de las percepciones entre multitud y élite es tan amplia como esclarecedora. Los líderes de opinión, embriagados por la fragancia del consenso y acechados por el temor de decir NO en tiempos de “lo que usted diga, señor presidente”, son más proclives a aprobar el desempeño gubernamental. Esto por no mencionar el poder $eductor presidencial, que está haciendo uso de los más bajos métodos de cooptación de la oposición y desmoralización de la inteligencia, principalmente a través de personajes como Rosario Robles.

Con el contraste de dichos datos se comprueba que el halo de consenso que reposaba en la figura de Peña Nieto es un mero espejismo, y, como es usual, se limita al establishment. Comienza así el desmontaje de la ficción consensada.

Resulta que en este país los líderes de opinión no están en sintonía con el sentir del resto de la sociedad y mucho menos logran persuadirla. ¿Merecen entonces ser llamados líderes de opinión? ¿No es acaso una estupenda contradicción? El poder de portar un micrófono y en menor medida de andar por la vida con una pluma no fabrica líderes de opinión.

Estas cifras arrojan una lección a todos aquéllos que gustan ser reconocidos como “líderes de izquierda” al momento de sentarse en las mesas del Pacto por México. Y es que hoy el perredismo más visible en los medios se está dirigiendo al poder, volcado hacia éste, utilizando su vocabulario, adoptando sus ademanes, participando en sus ceremonias. Ese sector del PRD le está hablando al poder, no a la sociedad.

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